Enrique Fojón Lagoa
Nos encontramos en el periodo de transición entre Órdenes, denominado "Competición de Grandes Potencias" y en el que se han asumido parte de las consecuencias que representa el cambio tendencial desde la multilateralidad a la multipolaridad. Se ha instalado la preocupación de más calado en el presente y en el futuro previsible: cómo será el Orden Mundial que sustituirá al que conformó la Política Internacional durante la segunda mitad del Siglo XX y principios del presente. “En estos interregnos aparecen una gran variedad de síntomas mórbidos”, diría Antonio Gramsci.
La erosión provocada por el declive de los modelos multilaterales económico y de seguridad, hasta ahora vigentes, se ha acelerado en 2019 y no se ha visto acompañada de la visualización de su reemplazo. Hay quien ilustra la circunstancia con el hecho que, de las instituciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mundial sólo conservan incólume su identidad el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, las demás están en crisis.
El mero transcurrir de la Historia muta el contexto geopolítico provocando, entre otros efectos, la desactivación de las instituciones internacionales. Los ejemplos son numerosos y valga el de la Organización Mundial del Comercio (WTO), que fue creada en 1995 y donde ingresó China en 2001, con el rango de “país en vías de desarrollo”, lo que le concedía condiciones favorables. Su PIB era la décima parte del estadounidense, en la actualidad es menos que la mitad y China es un rival. La Competición encontró terreno abonado en esta circunstancia que sirvió, el pasado mes de noviembre, para provocar un casus belli entre Washington y Beijing, que tuvo como resultado el bloqueo del Tribunal de Apelación de la WTO, lo que supone la parálisis de la institución. Hecho que constituye un ejemplo de la obsolescencia provocada por la burocratización de las instituciones.
En el ámbito de lo que aún se conoce como Occidente, los cambios estructurales han continuado en 2019. El poder que ha sustentado su seguridad y coherencia democrática lo ha aportado, y aportan, los Estados Unidos. La nación más poderosa es consciente de que se encuentra inmersa en la Competición de Grandes Potencias y que debe de diseñar la adecuada Gran Estrategia algo que, hasta el momento, enfoca desde una postura reactiva. La Competición estadounidense con China es un hecho, las denominadas “Guerras Comerciales”, frecuentes en 2019, no son actos aislados, se enmarcan en la Competición. Frente a Rusia, el otro “poder revisionista”, Washington ha adoptado una postura de contención.
En Europa, la UE, como en los años precedentes sigue en un proceso de mutación descontrolada encontrándose en un atolladero. No se previó a tiempo que la continuista gestión de la Unión en un nuevo contexto en lo social y lo económico, iba a provocar un amplio rechazo en cuanto a la preponderancia de la burocracia sobre la política, a las consecuencias fiscales de la Unión monetaria sin Unión política y a una serie de fenómenos sociales relacionados con la inmigración masiva, como es el auge del nacionalismo. Además, la clara victoria de los conservadores en las elecciones del 14 de diciembre en el Reino Unido acelera un Brexit que marca el comienzo de una época de consecuencias difíciles de prever.
Lo que en otro tiempo era la tradicional estabilidad política interna de los países europeos, el surgimiento del denominado populismo ha sido el factor desestabilizador, que ha proporcionado un nuevo rumbo político a los Países de Visegrado (polacos, checos y húngaros) y como movimiento parece consolidarse en Alemania, Italia, Francia, Suecia y Austria. España lleva años en estado catatónico, con Gobierno en funciones y un 2019 fértil para el independentismo. Además, Alemania ha estado a punto de entrar en recesión económica.
Estas circunstancias se ponen de manifiesto en un periodo de carencia de liderazgo europeo. La “atrofia” pre-retiro de Ángela Merkel limita su actuación. En la cima de su esplendor la Canciller Merkel era la única figura capaz de lograr consenso entre los líderes europeos, pero en 2019 los problemas que afectan a su partido han puesto en evidencia las diferencias en política exterior y las reticencias de Merkel antes los desajustes geopolíticos en Europa. Berlín desea la continuidad de la presencia militar estadounidense en Europa, ya que la incomodidad germana ante el escenario de un nuevo Orden de “Power Politics” ha sido y es notoria.
Por su parte, el presidente francés Emmanuel Macron actúa estratégicamente y predica que Europa debe tener su propio papel en un mundo de Grandes Potencias, a lo que la Estrategia Global de la UE parece referirse cuando se acoge a la “autonomía estratégica”, sin delimitar su alcance pero preconizando la separación de los lazos europeos de Seguridad y Defensa con los Estados Unidos. Su postura es la del candidato a líder de una nueva Europa. Da la impresión de que se trata de la reincidencia de la tradicional aspiración de París de liderar una “Europa militarmente soberana”. Por otro lado, la iniciativa de Macron de abrir un diálogo estratégico con Rusia es objeto de una gran polémica, algo que compromete a la OTAN. En algunos círculos se señala como una tentativa de maniobra diplomática francesa para una hipotética coalición para que Europa y Rusia hagan de contrapeso entre China y Estados Unidos.
Un tema crucial pendiente en la UE es el de sus relaciones con China. Durante 2019 no se han presentado evidencias de que los mandatarios europeos hayan metabolizado el hecho que China está inmersa en la tarea de controlar Eurasia, disputar el dominio del mar a los Estados Unidos y establecer bases en puntos críticos de África y Europa. En el ámbito tecnológico “recepciona” todo desarrollo estadounidense y europeo. Europa no tiene política para gestionar este escenario, infiriéndose que no se es consciente del enorme impulso geopolítico chino, con sus consecuencias comerciales, políticas y militares. Está en preparación para el 2020 una Cumbre EU-China en Leipzig, en la que Berlín podría buscar un convenio bilateral con Beijing. Sobre este aspecto existen diferentes opiniones, en la élite política y económica de Alemania, sobre cómo tienen que ser las relaciones con China, se desconfía del poder chino, dudándose si habrá que catalogarlo como competidor o socio. La postura alemana en este asunto es muy probable que determinará sus relaciones con EEUU y la OTAN, a la vez que determinaría el comienzo de un periodo crítico para la futura cohesión de la UE.
En lo referente a la Seguridad y Defensa los altibajos sobre el papel de la OTAN marcan tendencia. La “excepcionalidad” de Turquía supone una anomalía de difícil solución. Las relaciones de Ankara con Rusia, que incluyen la adquisición de sistemas antiaéreos no interoperables con los de OTAN y la actuación con referencia a los kurdos en Siria, han llevado a los Estados Unidos a imponer sanciones a Turquía. La actividad turca no se detiene y amenaza con bloquear el Plan de Defensa de los Balcanes si no se califica de “terrorista” a los YPG kurdos, que combatieron contra el Daesh. También se constata la intención de Erdogán de seguir interviniendo en el complejo conflicto de Libia, apuntándose al establecimiento de una Base Naval. Además, el pasado 15 de diciembre Turquía desplegó, en la zona Norte de Chipre, UAVs armados para proteger los buques chipriotas que hacen prospecciones en el Mediterráneo Oriental, lo que ha incrementado las tensiones con Grecia, Chipre, Egipto e Israel. La postura turca, como ya ocurrió anteriormente, es probable que afecte a Europa en cuestión de inmigración, pero el problema turco es una anomalía en la OTAN.
Al protagonismo turco, hay que añadir la sensibilidad de los países del Este de Europa con la potencial amenaza rusa y la falta de concreción de la amenaza desde el Sur. Las dudas de los aliados OTAN son producto de la contradicción entre la pereza estratégica europea, la descapitalización militar y la necesidad geopolítica. Los aliados europeos saben que su defensa descansa en la presencia militar de Estados Unidos, pero también conocen que la estrategia norteamericana tiene que adaptarse prioritariamente a la Competición, luego para seguir ejerciendo su validez, el protagonismo de la OTAN debe adecuarse al nuevo contexto geopolítico. Como en otros aspectos de la vida es algo más fácil de decir que de hacer.
Las relaciones de los países europeos con Rusia no son uniformes, Alemania tiene dependencia de Moscú en suministro energético y Moscú interés en mantener relaciones con Berlín y París como se ha demostrado, el pasado 9 de diciembre, con la reunión del Cuarteto de Normandía, creado en 2014 para tratar el conflicto del Este de Ucrania, en el que la UE quedó preterida por Rusia y sustituida por Francia y Alemania. Hecho de un profundo significado en cuanto a la valoración de la UE por Moscú.
Durante 2019, los proyectos de la denominada “Defensa Europea” no logran superar cierto nivel de desarrollo, difuso en su ambición estratégica y con cierta anarquía en su desarrollo. El hecho de que la cuantía del Fondo Europeo de Defensa (EDF), presentado al Parlamento Europeo para su aprobación en el Presupuesto, sea muy inferior al previsto, representa un inconveniente que incide desfavorablemente en el desarrollo de la Defensa Europea. Aunque el principal problema del “proyecto” siga siendo la fragilidad de sus fundamentos estratégicos.
Esta vez, la colaboración ruso-china no parece que tenga un fundamento ideológico, más bien está basada en realidades geopolíticas. Ambos “imperios” se complementan en el dominio de Eurasia. Rusia con gran extensión, recursos energéticos y poca población. China es una Gran Potencia económica, tecnológica y militar. Por ahora, la colaboración estratégica, comercial y tecnológica parece fluida tras los acuerdos alcanzados, con ocasión del 70 aniversario de la creación de la República Popular China en octubre de 2019. Como ejemplo, el gas natural comenzó a fluir de Rusia a China por primera vez el 2 de diciembre cuando el presidente ruso Vladimir Putin y el líder chino, Xi Jinping, inauguraron la fase inicial de un nuevo oleoducto de 3.000 Km conocido como el “Poder de Siberia”. Gazprom, el gigante energético estatal ruso, espera que genere 400.000 millones de dólares en ingresos, su mayor contrato de exportación de la historia. El gasoducto potencialmente lucrativo también tiene una clara incidencia geopolítica, acelerando la colaboración estratégica entre el segundo mayor productor de gas del mundo y la mayor economía de Asia en un momento en que tanto Rusia como China están oponiéndose estratégicamente al mundo de los Estados Unidos y sus aliados.
Desde comienzos del año anterior ambos países eran declarados, por la National Defence Strategy, “potencias revisionistas” y actoras de la Competición de Grandes Potencias. Esta circunstancia facilita la colaboración chino-rusa, pero no determina una posible alianza. Se detectan en ambas potencias presiones para formalizar una alianza contra los Estados Unidos, aunque tanto Putin como Xi Jinping tienen buena relación personal, prefieren la fórmula “nunca en contra, pero no siempre juntos”, fórmula potente pero flexible, que abre posibilidades estratégicas de geometría variable.
En el último tramo del año la crisis se manifiesta en India por las grandes protestas, y consiguiente represión, contra la política de Narendra Modi que aprobó una ley en el Parlamento para integrar a emigrantes sin documentación, procedentes de Pakistán, Vietnam y Bangladesh. Se trata de viejos problemas religiosos que convulsionan a una potencial Gran Potencia llamada a desempeñar un importante papel en Eurasia como freno a China.
El año 2019 ha puesto de manifiesto varios rasgos importantes de naturaleza geopolítica que seguirán de actualidad en 2020, entre ellos:
La Seguridad de Occidente está en riesgo, pues la crisis política de la Alianza Atlántica sigue vigente. La supervivencia de la OTAN depende de su adaptación al contexto de la Competición de Grandes Potencias.
Europa no puede seguir discutiendo sobre la naturaleza de la estrategia euroasiática china y tampoco puede fiarla a una limitada “Defensa Europea” que, previsiblemente, erosionará la OTAN.
La actitud de Turquía hace prever el aumento de inestabilidad en el Mediterráneo.
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Enrique Fojón, Coronel de Infantería de Marina (Ret) y Doctor en Relaciones Internacionales. Forma parte del equipo de investigadores del Centro de Seguridad Internacional del Instituto de Política Internacional.
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