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Centro para el Bien Común Global

Claridad prospectiva: lo que falta en la relación UE-América Latina


AUGUST 7, 2023


Próxima a celebrarse la III Cumbre CELAC-UE, que reunirá a los jefes de Estado y de Gobierno de ambas regiones, después de ocho años de interrupción de las citas de alto nivel, los resultados políticos son inciertos y el largo plazo de las relaciones tiene pronóstico reservado. Esto, a pesar del importante nivel que ha alcanzado en las últimas dos décadas la cooperación birregional, ya que la UE es la primera fuente mundial de Ayuda Oficial al Desarrollo y ocupa el primer lugar en inversiones, muy por sobre China y Estados Unidos juntos. El compromiso comunitario con la región durante la pandemia ha sido también muy relevante. A juzgar por las señales que llegan desde Latinoamérica, no parece ser suficiente. Tampoco parece serlo la potente señal de un verdadero salto cualitativo, lanzada desde la UE con la reciente propuesta de la Comisión Europea “Una Nueva Agenda para las Relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe”, presentada al Parlamento Europeo y al Consejo hace poco más de un mes, junto con una batería de proyectos emblemáticos del programa Global Gateway anunciados en marzo para 2023, en especial las asociaciones en los temas Digital, Clima y Energía, Transporte, Salud, Educación e Investigación. 

Inmersos en la coyuntura, con toda seguridad, en la declaración final de la III Cumbre CELAC-UE estarán todos estos avances y propuestas incorporados, de manera destacada, y habrá que contar con que se creen mecanismos de seguimiento participativos para su concreción. La ratificación del acuerdo con el Mercosur podría recibir un impulso, si se salvan las diferencias en temas sensibles.


 


Pero no es este el centro de la falta de sintonía entre ambas regiones con que se llega a Bruselas, y que amenaza con restarle profundidad estratégica a la Cumbre. Es la diferente lectura que tienen los principales países latinoamericanos sobre la guerra de Rusia con Ucrania, el rol de China como actor geopolítico y potencia comercial y tecnológica, la democracia como valor esencial y la arquitectura de un nuevo orden internacional para el siglo XXI. 


 


Esto tiene que ver, en definitiva, con valores, principios e intereses. Hace veinticuatro años que se declaró en Río de Janeiro solemnemente iniciada la “Asociación Estratégica” de la UE con América Latina y el Caribe. Con un eje: el futuro, y tres pilares: político, económico y de cooperación. Había conciencia de que debíamos ser socios y actores globales para la construcción de un nuevo y mejor orden internacional, precisamente por compartir historia, valores y desafíos comunes.


 


¿Qué ha pasado para que la comunidad de valores políticos y la complementariedad económica, que se suponían de suyo componentes centrales de las relaciones, estén hoy en entredicho, al punto que el principal resultado estratégico que se vislumbra para la III CELAC-UE -retórica y cooperación aparte- sea el hecho de celebrarla? No es poco, en todo caso. Siempre es mejor juntarse, debatir y cooperar, que estar aislados cuando hay amenazas, riesgos y desafíos globales comunes que enfrentar. 


 


Podemos anotar algunas causas. Primero, al interrumpirse las citas de alto nivel político en el 2015, se perdió el impulso que otorga la comunidad de líderes a la continuidad incremental en la construcción de la asociación estratégica. Quedamos inmersos hasta la fecha en una inercia insuficiente para cumplir con el propósito geopolítico con que partimos el 1999.



Segundo, el futuro ya no es lo que era, porque entramos en menos de dos décadas, sin tener las respuestas, en una era de aceleración del cambio, reducción del tamaño del mundo, con multiplicidad de actores, pérdida de poder del estado, realineamientos geopolíticos, nuevos paradigmas, amenazas estratégicas y existenciales en una nueva globalización. Y no hemos hecho el ejercicio conjunto para buscar las respuestas.



Tercero, la guerra de Rusia con Ucrania, que desafía el orden internacional y la hegemonía de Estados Unidos, un tema sensible para América Latina, que explica que no se produzca un alineamiento automático como espera la UE con respecto a la guerra. Cuarto, el agresivo y creciente posicionamiento de China en Latinoamérica, en comercio e inversiones en sectores estratégicos para la seguridad alimentaria, la transición energética y digital, genera alianzas pragmáticas que pueden condicionar la posición internacional de algunos países latinoamericanos en temas globales, diferenciándose de las posiciones comunitarias.   



Dicho esto, hay que apuntar también que la CELAC carece como tal de una posición geopolítica y geoeconómica en la nueva globalización. Los diferentes enfoques políticos y modelos de desarrollo han impedido generar una estrategia común de inserción internacional, lo que dificulta el entendimiento con la UE. Por otra parte, desde la UE tampoco ha habido en los últimos años suficiente espacio político para avanzar con ALC, más allá de los programas de cooperación y los acuerdos comerciales. Tiene muchos frentes abiertos, con situaciones que tensionan a las instituciones europeas.



La problemática descrita, es una explicación del debilitamiento de las relaciones ALC-UE que amenaza el éxito de la próxima cita de Bruselas. Son causas y consecuencias que deberían servir para iniciar un profundo análisis conjunto. La experiencia de los servicios de la UE en la elaboración de estudios prospectivos (ESPAS y JRC) pueden ser un modelo para crear un grupo de trabajo conjunto CELAC-UE de prospectiva, cuyas orientaciones sirvan de base para ponernos de acuerdo en las definiciones esenciales para diseñar y defender el mundo en el que queremos vivir, afrontando juntos los desafíos del siglo XXI. Así, toda la problemática descrita adquiere una nueva dimensión, la coyuntura se ve mejor en el largo plazo y se facilita el entendimiento. 


Más allá de las cuestiones puntuales que todos esperamos sean resueltas de la mejor manera, la III CELAC-UE podrá superar la coyuntura y será exitosa si se toma la decisión de recuperar la claridad prospectiva con que se inició la asociación estratégica, para volver a poner el futuro en el centro de la relación y retomar la condición birregional de actores globales.


Autor:


Héctor Casanueva

  • Vicepresidente del Foro Académico Permanente  de América Latina, el Caribe y Unión Europea (FAP ALC-UE)

  • Profesor-investigador del IELAT, Universidad de Alcalá

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