Dagoberto Valdés Hernández
A una semana de la explosión social del 11 de julio 2021 sigue presente la preocupación y la reflexión sobre este hecho inédito e incomparable desde hace más de 60 años. Compartiré mi visión sobre lo creo que pasó, lo que se terminó, lo que se demandó, lo que se respondió, lo que podemos aprender y lo que esperamos a partir de lo ocurrido y sus enseñanzas.
Lo que pasó
El 11J ocurrió una explosión social a lo largo de todo el país en sus 16 provincias. Fueron manifestaciones de diferente intensidad, tamaño y circunstancias. Tuvieron como antecedentes más próximos a San Isidro, el 27N, entre otros. Comenzaron en San Antonio de los Baños cerca de La Habana y, muy rápidamente, como un efecto dominó, se extendió en toda la geografía cubana. Comenzó y se mantuvo en la mayoría de los lugares, de forma pacífica y ordenada. Hubo varios eventos de vandalismo que son reprobables donde quiera que ocurran, y por los cuáles creo que no debemos generalizar ni calificar lo que ocurrió.
La situación cambió con el uso desmedido de la represión y la violencia entre cubanos, hijos de un mismo pueblo. Esto es condenable siempre. La violencia engendra violencia, como ocurrió el 11J. La manifestación pacífica es un derecho reconocido universalmente y también en nuestra Constitución en el artículo 56 que dice: “ARTÍCULO 56. Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley.” (Seguir leyendo)
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Dagoberto Valdés Hernández, Master en Acción Política por la Universidad Francisco de Vitoria y Director del Centro de Estudios Convivencia.
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