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LA ESTRATEGIA ESPACIAL DE LA UE,UNA ESTRATEGIA PARA LA SEGURIDAD Y LA DEFENSA

  • Centro para el Bien Común Global
  • 23 abr
  • 32 Min. de lectura

Actualizado: hace 4 días

Por José María Martínez Cortés, Analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria






En marzo de 2023, la Comisión Europea aprobaba la Comunicación conjunta al Parlamento Europeo y al Consejo de la Unión Europea “Estrategia Espacial de la Unión Europea para la seguridad y la defensa”. Esta nueva estrategia sustituyó a la “Estrategia del Espacio para Europa” de octubre de 2016. En un análisis preliminar de la nueva estrategia, detectamos claramente la degradación del contexto internacional, reflejada, en este caso, en el dominio espacial. En la Estrategia Espacial de la UE se resaltan términos o aspectos como “autonomía estratégica”, “intereses de seguridad”, “protección”, “refuerzo de la resiliencia” o “respuesta antes actividades hostiles o amenazas”, que dejan clara evidencia de la necesidad de proteger capacidades e intereses, al tiempo que se procura evitar una indeseada carrera armamentística en este entorno. En cualquiera de los casos, en línea con su espíritu colectivo, la Estrategia resalta la idoneidad de conseguir objetivos en cooperación con el resto de partes interesadas.

Dicho esto, el análisis de la Estrategia Espacial de la Unión Europea, como documento de nivel estratégico, se aborda mediante el esquema conocido por END-WAYS-MEANS que, en términos de Cervantes, significa OBJETIVOS-LÍNEAS DE ACCIÓN-MEDIOS/RECURSOS, no sin antes revisar de qué hablamos realmente (por qué es tan importante el espacio ultraterrestre), cómo ha evolucionado últimamente (su conversión en un nuevo dominio operativo) y qué desafíos afronta (cuáles son los riesgos y amenazas principales en el espacio exterior). Comenzamos, por tanto, con una breve revisión de estos últimos aspectos.


EL DOMINIO ESPACIAL


RELEVANCIA DEL ESPACIO ULTRATERRESTRE


El espacio ultraterrestre ha dejado de ser un entorno totalmente desconocido. Los últimos quince años han visto un aumento significativo de la dependencia de nuestra vida cotidiana de las capacidades, productos y servicios obtenidos desde el espacio exterior, fundamentalmente en los países desarrollados. Pero, no sólo eso, la economía global depende en gran medida, al menos por ahora, de sistemas y aplicaciones basadas en actividades o capacidades satelitales. Valga como ejemplo que los datos de posicionamiento, navegación y tiempo procedentes de constelaciones como el GPS o Galileo, además de apoyar la navegación, son críticos para la seguridad de la aviación y otros sistemas de transporte y servicios públicos (en administración de redes), los servicios financieros (como referencia de fecha y hora), las redes de energía e informáticas (en su sincronización), las de telecomunicaciones (para sincronizar llamadas) y, en general, para actividades que precisen una referencia temporal o espacial. Así mismo, otras actividades como la predicción del tiempo, la investigación y la inteligencia o la extensión de la telefonía e internet más allá del alcance de las redes terrestres emplean otros productos o servicios que proceden del espacio. Los activos satelitales han llegado a sustentar la economía y la actividad global.

Sin embargo, su protagonismo no termina aquí. En estos momentos en que cobra tanta actualidad el término de doble-uso, muchas aplicaciones utilizadas en el ámbito civil lo fueron inicialmente en el ámbito militar, y el espacio no ha sido menos; ejemplo de ello fue la creación de internet en persecución de una red de comunicaciones. Además, en este ámbito, el militar, se ha llegado a una absoluta necesidad de este tipo de capacidades para el planeamiento y ejecución de las operaciones militares. Y no sólo eso, lo negativo, además, es que la amplia disponibilidad de datos ha cambiado la dinámica de seguridad, ya que fuerzas extranjeras, grupos armados y delincuentes pueden también aprovechar cada vez más los datos y aplicaciones espaciales para observar, comprender o responder a la actividad de los Estados. No hace falta resaltar que esta gran dependencia constituye, sin duda, una vulnerabilidad.

Esta situación de dependencia y necesidad de capacidades espaciales, no siendo nueva, sí es más evidente desde hace algo más de una década y se encuentra viviendo un incremento exponencial que se refleja en el número de satélites lanzados al espacio exterior cada año, con un importante incremento en los últimos diez años en que se ha multiplicado por diez. Además, en el entorno de la Unión Europea (UE), como reza su Estrategia espacial, el espacio constituye un elemento fundamental para la autonomía estratégica de la UE y sus Estados miembros, justificado en que las economías, los ciudadanos y las políticas públicas dependen cada vez más de los servicios y datos relacionados con el espacio, y contribuye a mejorar la resiliencia de la Unión. Sin embargo, esta capacidad es aplicable al resto de actores; en este entorno, aquellos países que se sienten, o pretenden sentirse, actores en el contexto internacional buscan también una autonomía estratégica, en base a sus capacidades espaciales.


EL ESPACIO ULTRATERRESTRE, DOMINIO OPERATIVO


En los últimos algo más de diez años, al otro lado del Atlántico se producían grandes cambios como consecuencia de importantes acontecimientos de carácter estratégico relacionados con el espacio exterior; China entraba en 2007 en el escenario exclusivo de armas ofensivas para el control del espacio. Con una prueba que creaba multitud de escombros, así como con numerosas pruebas en años posteriores sin interceptación, demostraba una capacidad de arma antimisil, capacidad que luego mostrarían la India, en 2019, y Rusia, en 2021. Muy probablemente, como consecuencia de ello y de un mayor asertividad en las actividades de las grandes potencias espaciales, EEUU impulsaba un claro cambio en su aproximación al entorno del espacio ultraterrestre. Desde 2014, los responsables de las políticas estadounidenses ponían un mayor énfasis en la seguridad espacial, hablando cada vez más públicamente sobre la preparación para una posible “guerra en el espacio”.

 Los nuevos enfoque y retórica vinieron acompañados en años posteriores por una reorganización de las estructuras espaciales de seguridad nacional y por el incremento en la resiliencia de los sistemas espaciales, así como una posible ampliación en el enfoque espacial que incluyera una mayor amplitud en la exploración espacial y actividades de carácter más ofensivo. Esta importante reorganización de sus actividades militares espaciales formaba parte del enfoque renovado en la cuestión espacial como un dominio de combate, reorganización que ha venido acompañada, además, de un incremento en la realización de ejercicios y simulacros anuales de guerra espacial. Así, en 2018, EEUU elaboraba los documentos National Space Strategy y National Defense Strategy, declarando el espacio como dominio operativo (warfighting domain), publicando, posteriormente, en 2020, la Defense Space Strategy.


En este contexto, a nivel nacional, el incremento del interés del espacio ultraterrestre en los ámbitos de la geopolítica, el empleo militar y las amenazas llevaron a una necesaria, obligada y esperada estrategia sectorial del espacio, - Estrategia de Seguridad Aeroespacial Nacional -, en 2019, procediendo el Ejército del Aire y del Espacio a crear, posteriormente, el Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE) como nueva Unidad del mismo. De igual forma, en 2019, Francia elaboraba su Estrategia Espacial de Defensa, aunque yendo un paso más allá que España, pues elaboraba un documento estratégico de defensa, y no sólo de seguridad. El Reino Unido acometería también este proceso, posteriormente, en dos pasos, la Estrategia Nacional Espacial (2021) y la Estrategia de Defensa Espacial (2022).

Por su parte, la Alianza Atlántica le venía prestando especial atención, en los últimos años, a esta parte del entorno operativo y a la necesidad de mantener las capacidades esenciales para el desarrollo de la misión en los ámbitos de navegación, observación y de comunicaciones. Tras reconocer en la Cumbre de la Alianza de 2018 que el espacio era un área altamente dinámica y en rápida evolución y acordar el desarrollo de una Política al respecto, en 2019 adoptaba su política del espacio, - NATO´s overarching Space Policy -, aprobando en diciembre de ese año la consideración del espacio como un nuevo dominio operativo, como consecuencia del liderazgo de EEUU que ya lo había declarado en 2018.

Los acontecimientos y cambios vividos durante estos años incrementaron la competencia estratégica entre las Grandes Potencias, por una parte, y por otra, marcaron cambios subsiguientes y consecuentes en el entorno occidental en años venideros, tanto a nivel nacional en diferentes países, como en el entorno de las organizaciones OTAN y Unión Europea. En particular, haciéndose eco de esa creciente competición estratégica, la Estrategia de Seguridad Nacional de 2021 subraya la consideración del espacio ultraterrestre como la última frontera de confrontación geopolítica. Además, esta realidad trajo como consecuencia ciertos cambios organizativos, mediante la incorporación de algún organismo, relacionado específicamente con el espacio, dentro de las estructuras de las FAS de los distintos países, en formato según volumen de fuerzas, capacidades a obtener e idiosincrasia de los diferentes modelos de fuerzas, como ha sido el caso del Mando del Espacio (MESPA) en España, dentro de la estructura del propio Ejército del Aire y del Espacio. Incluso, algunos países cambiaban su denominación, como en Francia y España.

RIESGOS Y AMENAZAS DE OPERAR EN EL ESPACIO ULTRATERRESTRE

La fragilidad del espacio es consecuencia directa de la utilización de la alta tecnología en los sistemas satelitales. Como ocurre con el resto de dominios, físicos y virtuales, el empleo de capacidades satelitales en el dominio espacial es susceptible de una serie de riesgos y amenazas. Mientras los primeros se deben a causas naturales o accidentes no provocados, las amenazas son derivadas de acciones intencionadas o efectos no naturales (electromagnéticos o físicos) producidos por otros actores en el espacio. Los riesgos pueden estar asociados a tres causas: fenómenos naturales, accidentes no provocados, o bien acciones no intencionadas realizadas por otros actores en el espacio.

En lo que respecta a los fenómenos naturales, el entorno natural terrestre y espacial pueden ejercer un impacto en los sistemas satelitales y en sus servicios. En el primer caso, los fenómenos atmosféricos (como la meteorología, erupciones volcánicas o el cambio climático) pueden afectar significativamente en la fase de lanzamiento de los satélites. Por su parte, la meteorología en el espacio puede incluir impactos de meteoros en los satélites e interferencias electromagnéticas solares o ionosféricas en radares de vigilancia espacial, radares de alerta de misiles o en enlaces de comunicaciones. Aunque estos fenómenos físicos no son evitables, pueden ser predecibles y detectables con una tasa razonable de éxito.

Dentro de los accidentes no provocados existen interferencias de radiofrecuencia, - el número elevado de transpondedores en órbita convierte la gestión del espectro de frecuencias en el espacio en una actividad crítica -, además del riesgo de colisión con objetos espaciales artificiales o con otros satélites. En particular, el riesgo de colisión con la basura espacial constituye una preocupación grave y creciente, principalmente, el producido por objetos mayores de 1 cm que pueden causar grandes daños e incluso destruir naves espaciales. La Agencia Espacial Europea (ESA) estima que existe sobre un millón de objetos mayores de un centímetro sin utilidad orbitando alrededor de la Tierra; de ellos, unos 36.500 superan los 10 cms. A pesar de que la búsqueda y catalogación de los restos de basura espacial se ha convertido en una necesidad general, el aumento de su número y los riesgos asociados precisan de una aplicación de medidas acordadas, a nivel internacional. Además, la entrada de nuevos países y actores no estatales en la carrera espacial (por el incremento y abaratamiento de la tecnología) ha agravado este problema al aumentar exponencialmente el número de lanzamientos de objetos al espacio, fundamentalmente, los vinculados con las denominadas mega constelaciones de pequeños satélites y pequeños lanzadores. Por último, en el apartado de riesgos, como acciones no intencionadas, se producen fallos de hardware y software que pueden impedir, por ejemplo, la puesta en órbita de satélites. Aparte de impredecibles, estos problemas son difíciles de corregir.

A su vez, las amenazas derivadas de acciones intencionadas o efectos no naturales producidos por otros actores en el espacio pueden enmarcarse en dos grupos. Por una parte, las acciones no físicas producen efectos reversibles; aquí se encuentra el empleo de la guerra electrónica para afectar a los sistemas satelitales, mediante técnicas de interferencia o engaño del espectro electromagnético[1] que pueden ser aplicadas al enlace tierra-satélite en su conexión ascendente (cuando es afectado el enlace en su dirección al satélite, perjudicando en los servicios a todos los usuarios en el área de recepción del satélite), o bien descendente (cuando el efecto está dirigido a los usuarios terrestres, por ejemplo, una unidad de fuerzas terrestres que utiliza la navegación por satélite)[2]. En este grupo también se incluyen aquellas amenazas procedentes del empleo del ciberespacio con capacidad evidente de impregnar todos los dominios operativos, incluido el espacio. Con un conocimiento sofisticado del mando y control de los satélites y de las redes de distribución de datos pueden utilizarse capacidades ofensivas en el ciberespacio para producir efectos contra los sistemas espaciales, su infraestructura terrestre asociada, o bien contra los usuarios o los enlaces que conectan todos los componentes. Aunque muy publicitada, esta preocupante amenaza, y sus repercusiones, necesita ser completamente entendida.

Por otra parte, elevando la intensidad en un grado superior de amenaza, las acciones físicas producen, generalmente, efectos irreversibles con un posible impacto significativo y adverso de carácter perdurable. En este caso, las acciones de amenaza, dirigidas contra los satélites o el segmento terrestre, son de dos tipos: las procedentes de sistemas de energía dirigida (acciones no-cinéticas) o las producidas por sistemas con carga destructiva (acciones cinéticas). Los sistemas de energía dirigida o DEW (del inglés, Directed Energy Weapons) emplean la energía dirigida para interrumpir, dañar o destruir, temporal o permanentemente, equipos e instalaciones del satélite o segmento terrestre del adversario. Aquí se incluyen los láseres, microondas de alta potencia y otros tipos de armas de radiofrecuencia. De forma aún más agresiva, las actividades ofensivas pueden también llevarse a cabo mediante sistemas portadores de carga destructiva, como los misiles antisatélite ASAT (del inglés, antisatellite). Diseñados para destruir satélites sin necesidad de poner ningún componente en órbita, estos sistemas suelen consistir en un medio de lanzamiento (fijo o móvil, incluido aeronaves) y un misil con su carga destructora que busca e intercepta el satélite objetivo. Una gran debilidad de este sistema es la gran cantidad de desechos espaciales que se producen en el impacto.

Además de lo señalado, las amenazas pueden proceder de otros satélites con capacidad de producir efectos, de forma temporal o permanente. Aunque esta tecnología se encuentra, probablemente, menos desarrollada, los satélites adecuados para ello pueden incluir, entre otros, cargas destructivas, perturbadores de radiofrecuencia, láseres, microondas de alta potencia o mecanismos robotizados. Algunos empleos de este tipo, sin embargo, tienen carácter pacífico como, por ejemplo, la tecnología robótica empleada para el mantenimiento y reparación de satélites o para la eliminación de escombros y basura espacial.

Finalmente, conviene resaltar que estas amenazas, desde el punto de vista propio, pueden ser consideradas igualmente como acciones de carácter ofensivo contra las capacidades satelitales de posibles adversarios. Y, visto el estado actual del dominio espacial, pasamos, a continuación, a analizar cómo afronta la UE este statu quo y el futuro del dominio espacial.


ESTRATEGIA ESPACIAL DE LA UE PARA LA SEGURIDAD Y LA DEFENSA


En la introducción de su estrategia espacial, la Unión Europea establece, de forma implícita, los objetivos a alcanzar en este dominio y que pueden resumirse en:

  • Proteger adecuadamente las infraestructuras espaciales esenciales contra las amenazas actuales y previstas y reforzar la resiliencia en este entorno.

  •   Promover la conservación de un entorno espacial seguro y protegido (como bien común global) y el empleo pacífico del espacio ultraterrestre, comprometiéndose con medidas de transparencia y de fomento de la confianza.

  • Reforzar la postura y autonomía estratégicas en el ámbito espacial.

  •   Defender los intereses estratégicos de la UE e impedir actividades hostiles en el espacio o desde él, aumentando la resiliencia de sistemas y servicios espaciales y respondiendo ante actividades hostiles o amenazas, al tiempo que se desarrollan servicios de seguridad y defensa basados en la tecnología espacial.

  • Continuar favoreciendo la cooperación internacional, a la vez que se promueven comportamientos responsables en el espacio.


A pesar de que el espacio ultraterrestre, recordemos, es un bien común global que incumbe a toda la humanidad y debe ser explotado en interés de la misma[3], resulta evidente que los objetivos tercero y cuarto están relacionados con el nuevo contexto estratégico competitivo que vivimos hoy y que también tiene sus efectos en este dominio. Pues bien, con los objetivos de esta estrategia espacial en mente, se analizan, a continuación, las líneas de acción establecidas por la UE en la estrategia, revisando también, de forma breve, los recursos de que dispone, o está previsto que disponga, la UE en el entorno o dominio espacial.


La Estrategia Espacial de la UE para la Seguridad y la Defensa plantea las líneas a seguir en el dominio espacial, - lo que comúnmente se denomina estrategia -, en cuatro grandes áreas que pasamos a analizar a continuación. En primer lugar, la Estrategia Espacial se centra en la mejora de la resiliencia y protección de los sistemas y servicios espaciales (en un aspecto meramente defensivo), estableciendo una serie de líneas de acción enfocadas fundamentalmente en atender las necesidades de seguridad y defensa, estudiar la elaboración de una Ley Espacial con vistas a mejorar seguridad y resiliencia de operaciones y servicios,  fomentar el intercambio de información, reducir dependencias estratégicas en tecnologías críticas y acelerar el desarrollo de capacidades que mejoren la resiliencia, la independencia estratégica y la capacidad de respuesta). Parece obvio que la deriva y evolución del entorno espacial obliga no sólo a mejorar la colaboración entre los países miembros, sino también a enfocarse, en mayor medida, en los aspectos de seguridad y defensa, ampliando la autonomía estratégica y las capacidades de protección y resiliencia.

En segundo lugar, teniendo en cuenta el espíritu, fundamentalmente, económico de la Unión, al menos, hasta el presente, la estrategia afronta algo, hasta ahora, claramente abandonado. En su siguiente apartado acomete la respuesta a las amenazas espaciales, un aspecto más ofensivo, mediante una línea de acción enfocada, fundamentalmente, en cómo mejorar la capacidad de respuesta de la Unión en el dominio espacial. Para ello, perfila una mejora del intercambio de información sobre el dominio espacial (en apoyo de una respuesta de la UE), una mejora también de los procedimientos, establecidos en 2021, de respuesta a amenazas a la seguridad en este ámbito y la realización de ejercicios espaciales que validen dichos procedimientos y permitan crear sinergias entre los instrumentos disponibles.

Teniendo presente los acontecimientos acaecidos en los últimos años, ambos aspectos, resiliencia y protección de sistemas y servicios procedentes del espacio, por una parte, y respuesta a las amenazas espaciales, por otra, son las dos áreas de mayor novedad y mayor peso dentro del contenido de la Estrategia Espacial de la UE, lo que aporta un carácter más ofensivo (de respuesta) que el visualizado en la edición anterior de 2016, constituyendo este aspecto un auténtico punto de inflexión. De hecho, dado el incremento de la percepción de amenaza sufrido en el período 2021-2023, la línea de acción incluye, como se ha mencionado anteriormente, una revisión de los procedimientos establecidos al efecto en 2021 (mediante la Decisión 2021/698).

La militarización del espacio, - lo que realmente entendemos por el empleo extendido de capacidades espaciales en apoyo de las operaciones militares -, es un hecho; lo que no debería incentivarse, en ningún caso, es la denominada weaponization, es decir, el empleo de armas en el espacio o la utilización de las mismas contra sistemas espaciales. Entre otros aspectos, en beneficio de la seguridad de la Humanidad y porque es una actividad directamente prohibida por el «Tratado sobre los principios que han de regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes» de 1967, tratado que constituye el alma mater del dominio espacial.

A pesar de ello, y en clave de consecuencia negativa, la competición estratégica existente en el espacio está llevando a los actores principales, las Grandes Potencias (fundamentalmente, EEUU, Rusia y China), a realizar actividades encaminadas no sólo a proteger sus sistemas y actividades espaciales, sino también dirigidas a degradar el empleo de capacidades espaciales de posibles adversarios, o incluso a negar a éstos el acceso al espacio. Por ello, con la finalidad de proteger intereses propios, esta competición estratégica está obligando al resto de actores, entre ellos, la Unión Europea, a analizar y establecer respuestas adecuadas que, en base al principio de legítima defensa, en bona fide, puedan garantizar un acceso seguro y una libertad de acción en este nuevo dominio operativo. Y ello, - diría que por encima de todo -, al tiempo que se mantiene el esfuerzo de cooperar en la elaboración de la regulación internacional pertinente para un empleo seguro y pacífico de las capacidades en y desde el espacio ultraterrestre.

Y en este contexto de la protección de nuestros medios satelitales o posible respuesta a acciones perjudiciales de adversarios (o potenciales adversarios), además, deben recordarse algunos aspectos de gran relevancia. Lo primero es que el espacio ultraterrestre “no se libra” de las denominadas acciones o estrategias híbridas; en este caso, referidas a efectos varios en los servicios que recibimos desde el espacio exterior, producidos por un adversario en cualquiera de los segmentos que conforman los sistemas espaciales (terreno, satelital o enlace). Aquí podríamos incluir un amplio rango de actividades, desde ataques físicos a instalaciones terrestres y acciones no letales contra las transmisiones hacia o desde el satélite (a través del ciberespacio o del espectro electromagnético), hasta la utilización de energía dirigida para deslumbrar o cegar satélites (total o parcialmente), los diferentes sistemas o armas anti-satélite[4], como las demostradas por China (2007) o Rusia (2021), e incluso los «micro satélites», capaces de afectar a satélites propios, bien debilitando sus capacidades, modificando sus órbitas o impidiendo la transmisión de información veraz. El resurgimiento, desde principios de siglo, del realismo en las relaciones internacionales aplicado al empleo del dominio espacial hace presagiar bastante incertidumbre en lo que respecta a la competición estratégica entre las Grandes Potencias. Dicha competición ejerce una gran influencia en las relaciones del resto de países y, por tanto, conviene no sólo conocer sino también entender hasta dónde pueden alcanzar los efectos producidos por estas estrategias híbridas en el dominio espacial.

El otro aspecto a reseñar es el hecho de que, en lo relativo a acciones perjudiciales contra nuestras capacidades o actividades espaciales, se abren dos cuestiones de gran sensibilidad que, además, se encuentran interconectadas. Una de ellas, consiste en ser conscientes de la existencia de un umbral de daño que, como sociedad/Estado o como organización, en el caso de la UE, estamos dispuestos a “consentir” o “resistir” antes de poner en marcha una acción de respuesta, independientemente de la dificultad de atribución de ciertas actividades de posibles adversarios (es decir, suponiendo que fuéramos capaces de determinar con exactitud el agresor, lo que no será siempre sencillo). Evidentemente, ésta es una cuestión sin respuesta, puesto que, en un alto porcentaje, sería probablemente un “según”. Por otra parte, la segunda cuestión tiene que ver con la designación del espacio ultraterrestre como nuevo dominio operativo y con la posibilidad, a nivel de la UE, de invocar la cláusula de asistencia mutua consagrada en los Tratados de la UE (artículo 42.7), tal como señala la propia estrategia.

Recordando lo que establece dicho artículo, estas dos cuestiones precisan, a mi entender, de cierto análisis y observaciones.

«Si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance, de conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Ello se entiende sin perjuicio del carácter específico de la política de seguridad y defensa de determinados Estados miembros.

Los compromisos y la cooperación en este ámbito seguirán ajustándose a los compromisos adquiridos en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que seguirá siendo, para los Estados miembros que forman parte de la misma, el fundamento de su defensa colectiva y el organismo de ejecución de ésta».

En relación a la primera, es evidente que la determinación de cuándo se supera el mencionado umbral de daño (en cualquier caso, un nivel no fijado) dependería de un gran número de elementos no solo estructurales sino también coyunturales, entre otros elementos, porque la propiedad del hipotético satélite-objetivo puede ser multinacional, como podría ser el caso de la UE. En dicha situación, y suponiendo que se pudieran tener pruebas de la identidad del agresor, dicho acontecimiento seguramente podría provocar una reunión o consulta urgente de los Estados miembros para valorar la situación general y el nivel de daño resultante y sus consecuencias y para decidir la posible respuesta, o no, a la hipotética agresión, lo que podría llevar, en caso afirmativo, a plantearse una posible invocación de la cláusula de asistencia mutua. En tal circunstancia, una hipotética solicitud de invocar dicha cláusula en la UE, como consecuencia de un ataque recibido a activos satelitales, se vería igualmente afectada por la dificultad de identidad del posible agresor. Suponiendo, igualmente, que pudieran existir pruebas inequívocas de la identidad del ataque, tal solicitud seguramente dispararía, de la misma manera, una rueda de consultas o reunión de jefes de Estado y Gobierno con carácter urgente para valorar la acción cometida por el agresor y para decidir, en su caso, la posible respuesta.

Conviene recordar, además, que, en el caso de la UE, suponiendo una inequívoca identificación del agresor (ya de por sí complicada), la invocación de esta cláusula obliga al resto de países miembros únicamente a “prestar ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance”, obviamente, sin perjuicio de lo que especifique la política de seguridad y defensa de determinados Estados miembros. Al igual que en otros casos, el verdadero problema reside, sin embargo, en que la forma de ayuda o asistencia mutua permanece a la discreción del aquél que presta la ayuda, quedando a su criterio la adopción de las medidas que estime pertinentes, lo que, en algunas circunstancias, puede llegar a ser prácticamente inexistente.

Retomando las áreas de las líneas de acción de la Estrategia Espacial de la UE, en tercer lugar, acomete la [necesaria] mejora en el uso del espacio para la seguridad y la defensa, poniendo en valor, a la vez que fomenta, la colaboración entre las diferentes agencias y el aprovechamiento de sinergias en iniciativas y proyectos de seguridad y defensa y de investigación en materia de defensa. Además de resaltar los aspectos relacionados con la educación y formación y con la capacitación y el perfeccionamiento relativos al dominio espacial, la Estrategia realiza una leve revisión de los servicios o productos procedentes del espacio que obtenemos en el ámbito de la Unión Europea, fundamentalmente, consistentes en Posicionamiento, Navegación y Sincronización; Observación de la Tierra; Comunicaciones satelitales (seguras); y en Conocimiento del Dominio Espacial y Vigilancia y Seguimiento Espacial.

En lo que respecta a la innovación, la UE es plenamente consciente de que no puede quedarse atrás en este campo. La industria de defensa, en este caso, el sector espacial, es uno de los motores de la innovación tecnológica y, por tanto, la competitividad de la industria constituye un pilar fundamental para reforzar la resiliencia y las capacidades de la UE, así como para ejercer el liderazgo que este entorno precisa. De hecho, cada día es más evidente que un elemento vital de la competición estratégica irá de la mano de la innovación.

En este sentido, los involucrados en este sector son plenamente conscientes de la evolución sufrida en el entorno del espacio ultraterrestre, evolución y conocimiento que deben transmitir a aquellos que pretenden implementar la Estrategia Espacial de la UE. A diferencia de la llamada primera era espacial en la que el sector se desarrolló gracias a grandes infraestructuras (como las agencias espaciales NASA, ESA, o la rusa Roscosmos) y los grandes grupos de la industria aeronáutica (como Boeing, Lockheed Martin, Airbus o Dassault), en la actualidad, están emergiendo nuevos modelos en el sector, - tecnológicos y económicos -, basados en la agilidad, la innovación y en una mayor asunción de riesgos. Este cambio ha dado lugar a la aparición de empresas privadas emergentes que intentan destacar en el campo, altamente competitivo, del espacio. Así, en los últimos años, los actores en este entorno, - públicos y privados -, han adoptado algunas innovaciones en la industria espacial que han permitido lo que se ha dado en llamar una “democratización del espacio”, conocida coloquialmente como el “Nuevo Espacio” o New Space, consistente en diversos avances que mejoran la rentabilidad y aceleran los ciclos de desarrollo, posibilitando el acceso al espacio a nuevos actores y haciendo así el espacio más accesible que nunca.


GALILEO. En lo que respecta al PNT (del inglés, positioning, navigation and timing), GALILEO es el sistema navegación por satélite europeo que, diseñado para ser compatible con GPS y GLONASS, comenzó a prestar servicio en diciembre de 2016. Desarrollado a través de la Agencia Espacial Europea (ESA), este sistema tiene una precisión de hasta cinco veces mayor que el GPS. Dotando a la UE de una tecnología única e independiente y en línea con la «autonomía estratégica europea», GALILEO está enfocado únicamente en un uso civil, comercial y gubernamental, a diferencia del resto de sistemas de navegación. Con todos sus satélites en órbita desde 2024 (27 operativos y 5 no disponibles o en desuso), GALILEO está, además, apoyado por el Sistema Europeo de Navegación por Superposición Geoestacionaria EGNOS (del inglés, European Geostationary Navigation Overlay Service), también desarrollado por la ESA, que le aumenta la precisión.

Primera actividad de Europa en este campo y precursor de Galileo, EGNOS fue el primer sistema paneuropeo de navegación por satélite que complementaba al GPS para aplicaciones críticas de seguridad, como el vuelo de aeronaves o la navegación de barcos a través de canales estrechos. Consistente en tres satélites geoestacionarios y una red de estaciones terrestres, consigue su objetivo transmitiendo una señal con información sobre la fiabilidad y precisión de las señales de posicionamiento que son enviadas por el GPS. Permite, así, a los usuarios de Europa y otros lugares determinar su posición con una precisión de 1,5 metros, mediante un servicio abierto gratuito de datos de posicionamiento disponible para cualquiera equipado con un receptor GPS compatible con EGNOS.

Sigue………………

Para terminar con esta tercera área de líneas de acción de la Estrategia Espacial, por su relevancia, nos referimos, de forma breve, a losprogramas que se llevan a cabo, o que están previstos, en el contexto de la UE que posibilitan la disposición de los servicios o productos mencionados anteriormente.



 


COPERNICUS. En lo relativo a la Observación de la Tierra, las capacidades de la UE son un buen ejemplo de los beneficios de las capacidades de doble-uso. Pensado para la teledetección (o detección remota, en este caso, desde el espacio), el programa COPERNICUS es la piedra angular del esfuerzo continuado de la UE para monitorizar el medio ambiente y sus muchos ecosistemas, garantizando al tiempo preparación y protección frente a las crisis, desastres naturales y catástrofes causadas por el hombre. Además de lo aportado por COPERNICUS, el resto de capacidades de la UE de observación de la Tierra para otras funciones son generalmente propiedad de los Estados miembros; por tanto, los servicios o productos procedentes de estas capacidades lo son a nivel nacional (cada nación procedente de sus recursos espaciales), o bien en base a acuerdos entre diferentes países.

Iniciativa encabezada por la Comisión en colaboración con la ESA, COPERNICUS es el sistema autónomo de observación de la Tierra más ambicioso hasta la fecha. Mediante la coordinación de datos de más de 30 satélites, realiza una observación precisa y de fácil acceso del medio ambiente para mejorar la gestión del medio ambiente, entender mejor los cambios ambientales y sus efectos, y contribuir a la protección del medio ambiente, la salud y la seguridad de los ciudadanos. La observación de la Tierra y detección remota funciona en base a tres pilares: observación espacial mediante una red de satélites; observación in situ mediante un gran número de estaciones y sensores de medida en tierra y medios aerotransportados; y generación de servicios de información. Transformando los datos procedentes de satélite y estaciones terrestres en información mediante su procesamiento y análisis, proporciona datos y servicios de información gratuitos en áreas como la vigilancia (atmosférica, ambiental marina o terrestre), el cambio climático, o la gestión de emergencias y seguridad. Junto con los servicios PNT, COPERNICUS proporciona herramientas de gobernanza, previsión y respuesta en desastres, así como de predicción y protección sobre zonas sensibles terrestres.

En cuanto al aspecto técnico, se apoya en una familia de parejas de satélites Sentinel de la UE que aportan una fuente constante e independiente de datos de alta calidad. El primer satélite (Sentinel-1A) fue lanzado en 2014 y, a continuación, se ha producido el lanzamiento de diferentes satélites con distintos sensores para la producción de imágenes y detección de diferentes datos, aunque aún hay satélites pendientes de lanzamiento. Este programa, en el que existe una importante participación de empresas españolas, también se apoya en otros satélites ya existentes, propiedad, bien de la UE, de países miembros, terceros países o proveedores comerciales.

 

Como consecuencia del Brexit, España ha aportado el Centro alternativo de seguridad de monitorización de GALILEO (en la Marañosa) y, desde septiembre de 2018, la española GMV es la encargada del control, supervisión y mantenimiento en estado operativo de todos los satélites de la constelación GALILEO en órbita y otros que se incorporen en años sucesivos (segmento terreno). Por otra parte, conviene resaltar que GALILEO posee el denominado Servicio Público Regulado PRS para usuarios gubernamentales en el empleo de aplicaciones sensibles que requieren un alto grado de seguridad con un nivel de protección mayor (mediante cifrado) y con el requisito de operar en cualquier momento y circunstancia, procurando este servicio de forma independiente.

Así mismo, desde enero 2023, dispone de un nuevo Servicio de Alta Precisión HAS que ofrece, de forma gratuita, correcciones de posicionamiento de alta precisión. Utilizando la señal Galileo, recibe correcciones precisas y en tiempo real de medios terrestres, a través de internet, para mejorar el posicionamiento del usuario, correcciones que tienen en cuenta errores atmosféricos, errores en el reloj del satélite y otros factores que afectan la precisión. Con estas correcciones de posición y un algoritmo de procesamiento interno, el receptor de usuario calcula una posición extremadamente precisa, de nivel decímetro, aportando un alto valor para aplicaciones que requieren alta precisión y colocando a GALILEO en la punta de lanza del mundo de la precisión geoespacial por su precisión excepcional; acceso gratuito; compatibilidad con otras constelaciones (incluyendo GALILEO, GPS Y GLONASS); disponibilidad y precisión en cualquier parte del mundo; y disponibilidad continua (24/7), constituyendo, por tanto, una herramienta fiable para aplicaciones críticas.


-   EGNOS es un proyecto conjunto de la ESA, la Comisión Europea y Eurocontrol.

-   Disponible desde el 1 de octubre de 2009.

-   PRS: del inglés, Public Regulated Service y HAS, del inglés, High Accuracy Service.



GOTSATCOM. En lo que se refiere a las comunicaciones satelitales, España, como el resto de países con capacidades satelitales, participa en el programa GOVSATCOM, lanzado en 2019 y cuya fase de desarrollo ha sido extendida hasta final de 2025, para proporcionar servicios de comunicaciones satelitales seguras y eficientes (en costes) a usuarios gubernamentales (de países miembros autorizados), utilizando para ello satélites operados por los Estados miembros. Orientado a proporcionar SATCOM en diversos escenarios como gestión de crisis, vigilancia fronteriza y marítima, gestión de infraestructuras críticas o seguridad en las regiones polares, se espera el comienzo de servicios iniciales en 2025 empleando la capacidad excedente de más de 10 satélites de cinco Estados miembros.

Por su parte, la Agencia Europea de Defensa (EDA) proporciona el apoyo esencial para la gestión del HUB que lidera España y que se ejecuta mediante la modalidad pooling and sharing (los países informan a la EDA sobre sus necesidades). Este elemento fundamental del sistema tiene la función de planificar y garantizar una prestación óptima de los servicios de comunicaciones por satélite (tanto previstos como urgentes), combinando y agregando infraestructura terrestre y satelital para satisfacer la demanda de servicios.

Además de los recursos de GOTSATCOM (propiedad de los Estados miembro), este Hub gestionará también los servicios proporcionados por la futura constelación multi-órbita de comunicaciones seguras de la UE, conocida como IRIS² (del inglés, Infrastructure for Resilience, Interconnectivity and Security by Satellite). Proyecto dirigido por la Comisión Europea con la participación de la ESA, este programa se encontrará asociado e interoperará con GOVSATCOM. De hecho, la implementación de IRIS² será progresiva, iniciándose con los servicios gubernamentales iniciales de la capacidad GOVSATCOM ya existente. Los servicios completos de conectividad gubernamental por satélite de IRIS² basados en infraestructuras, en este caso, de la UE deberán llegar hacia principios de 2031. Cabe resaltar, además, que los satélites del sistema GOVSATCOM, existentes en GEO, formarán parte y se integrarán en el esquema de esta constelación para comenzar a dar servicio, inicialmente previsto, en 2025.

Las mega constelaciones de satélites son un recurso estratégico con enormes aplicaciones civiles y militares a las que ninguna potencia quiere renunciar. Mientras EEUU y China despliegan las suyas, con gran ventaja de la estadounidense Starlink, otros países y potencias espaciales discuten cómo no quedarse atrás en esta carrera. Europa no quiere ser menos y ha iniciado un programa para desplegar la constelación IRIS², teniendo previsto lanzar, al menos, 290 satélites entre 2029 y 2031, una cifra que llama la atención por pequeña cuando se compara con otras constelaciones, aunque se espera poner en órbita más satélites a partir de 2031.

No pretendiendo ser una versión europea de Starlink, su objetivo es la independencia europea en el segmento de las comunicaciones y sus aplicaciones militares, mediante un sistema seguro e independiente de comunicaciones globales de baja latencia. Para ello, incluirá satélites en órbita baja, media e incluso órbita geoestacionaria, en un esquema de varias capas que, aunque se aparta de la sencillez de Starlink, ya siguen otras constelaciones, como las desplegadas por el Pentágono o la reciente Guowang china, que incluye órbitas a altitudes bastante diferentes.

-   GOVSATCOM (del inglés, Governmental Satellite Communication),

-   En diciembre de 2024, Starlink ya tenía casi 6900 unidades en órbita (con un 63% de sus satélites operativos).

-   El número de satélites de IRIS² ha sido elegido para que, en un momento dado, haya un mínimo de dos satélites en el campo de visión de la mayoría de usuarios europeos.

-   Un gran beneficiado de IRIS² será el Ariane 6, pues, en el inicio, se requerirán al menos trece lanzamientos de este lanzador europeo (diez para satélites en LEO y 3 para los de MEO), apuntándose así también Europa a la carrera por el despliegue de grandes constelaciones de satélites.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




SDA/SSA. En último término, en lo referente al empleo de las capacidades satelitales relacionadas con el Conocimiento del Dominio Espacial SDA (del inglés, Space Domain Awareness) y con la Conocimiento de la Situación Espacial SSA (del inglés, Space Situational Awareness) pueden señalarse varios aspectos. El primero de ellos es que, aunque a veces se empleen en contextos similares, ambas son áreas algo diferentes, siendo la primera de ellas mucho más completa. De hecho, la función más reducida de Vigilancia y Seguimiento Espacial se ha convertido, básicamente, en el Conocimiento del Dominio Espacial al incluir, además de las funciones básicas de vigilancia, alerta y catalogación, las relacionadas con el análisis de cometidos y misiones llevadas a cabo por satélites de terceros países y la inteligencia espacial.

Por otra parte, los orígenes de esta capacidad en la UE se remontan al programa SSA de Conocimiento de la Situación Espacial de la Agencia Espacial Europea que, iniciado en 2009, anticipaba la necesidad de un sistema europeo en el área de la vigilancia y seguimiento espacial y que, básicamente, dispone de las capacidades aportadas por aquellos países miembros que las disponen a nivel nacional. Las empresas españolas, bien posicionadas en este contexto, tanto en presupuesto comprometido como en nivel tecnológico, se concentraron, sobre todo, en el ámbito específico de la vigilancia y seguimiento espacial SST (del inglés, Space Surveillance and Tracking), una de las tres áreas, quizás la más sensible, de la actividad SSA[1]. Con posterioridad, en 2014, buscando la protección de los satélites, infraestructuras en tierra y población contra la amenaza de la basura espacial, la UE establecía un marco regulatorio que daba inicio al programa europeo EU-SST específico para la vigilancia y seguimiento espacial. Cofinanciado entre la Comisión y los Estados miembros con capacidades SST, este programa civil apoya y financia la colaboración entre Estados que aportan sus sistemas y capacidades SST nacionales.

Aprovechando este marco, y con el fin de poder acceder a la financiación de la UE, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), representando a España en el Consorcio Europeo (aún no existía la Agencia Espacial española) con apoyo del MINISDEF, firmaba en junio de 2015 un Acuerdo con las agencias espaciales europeas participantes de Francia, Alemania, Reino Unido e Italia. Heredando la finalidad del programa EU-SST, este consorcio tiene por objeto proteger las infraestructuras espaciales (mediante la detección, seguimiento, identificación y catalogación de los objetos en la órbita terrestre); suministrar servicios varios de alerta sobre colisiones, reentrada en atmósfera y fragmentación; y apoyar a misiones espaciales. Tras apenas unos meses de trabajos preparatorios, en julio de 2016 comenzaban a prestarse estos servicios a los usuarios del EU-SST. Posteriormente, a nivel nacional, era elaborada la normativa interministerial necesaria para implementar las responsabilidades y funciones relacionadas con este programa.

Fruto de este proceso, y dada la gran capacidad de la industria española en el sector, en 2017 se procedía a la creación del programa nacional S3T (del inglés, Spanish Space Surveillance and Tracking), que representaba el aporte nacional al programa EU-SST de la Comisión Europea, cuyos éxitos permitieron a España ser uno de los líderes dentro de este último. El programa nacional incorporaba entonces el Centro Español de Operaciones SST, uno de los elementos que había entrado en servicio el año anterior para la prestación de los servicios de fragmentación y reentrada en el Consorcio europeo.

En este contexto, y en el seno del MINISDEF, el Ejército del Aire y del Espacio es el elemento de referencia en lo relacionado con el espacio, al encontrarse la vigilancia del espacio ultraterrestre inexorablemente unida a la vigilancia y control del espacio aéreo de soberanía nacional como solución de continuidad. Este rol de referente de nuestras FAS en el espacio, por parte del Ejército del Aire y del Espacio, es perfectamente compatible con el papel que otros “actores espaciales” nacionales desempeñan en este entorno, tanto dentro como fuera de las FAS, fruto del ejercicio de las responsabilidades de cada organismo. Así, desde ese mismo momento (2015-2017), España, en particular, el Ejército del Aire y del Espacio comenzaba un avance progresivo en el área de la vigilancia espacial, siendo ésta, sin duda, la capacidad que más ha evolucionado en el ámbito militar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Además de la participación en ejercicios enfocados en el espacio desde 2017 y de la creación del Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE) en 2019, - como nueva Unidad del Ejército del Aire con la misión, en colaboración con el Centro (civil) Español de Operaciones SST, de la vigilancia y control del espacio exterior -, el Ejército del Aire y del Espacio  desarrollaba la normativa necesaria para implementar la capacidad de vigilancia espacial, a nivel nacional y en colaboración con el resto de países de la UE. Este proceso de ampliación de responsabilidades de “monitorización del espacio, garantizando su seguridad y libertad de actuación en beneficio de los intereses nacionales” trajo como consecuencia, además, el cambio de denominación en 2022 del Ejército del Aire por “Ejército del Aire y del Espacio”.

En este contexto, en el aporte nacional colectivo mencionado, el sistema nacional S3T, además de los mencionados centros españoles de vigilancia y seguimiento (civil y militar), incluye el Radar de Vigilancia y Seguimiento Espacial de naturaleza dual que, instalado en la Base Aérea de Morón, desde finales de 2020 se encuentra bajo control del Ejército del Aire y del Espacio y cuya función principal consiste en la detección, vigilancia, seguimiento el apoyar a la catalogación de los objetos en órbitas de baja altura en un rango entre 200 y 2.000 kms). En breve espacio de tiempo, este radar se verá mejorado en fases, ampliando el rango mencionado, hasta que en su última versión incluya la incorporación de la detección y seguimiento de misiles balísticos.  El sistema dispone, además, de un radar Demostrador de Conocimiento de la Situación Espacial que, entregado al Ejército del Aire en 2015, fue el elemento principal para la detección y seguimiento de los objetos en órbitas bajas hasta la entrada en servicio del radar anterior y permitió el establecimiento de procedimientos operativos y de formación para el personal, asumiendo así la entrada en servicio de nuevas capacidades de vigilancia espacial. Por último, el Sistema Nacional de Vigilancia y Seguimiento Espacial posee un conjunto de elementos de vigilancia y telemetría (una red de telescopios, el Real Observatorio de la Armada y una estación de telemetría láser) repartidos por la geografía nacional e internacional, en el que se incluye una red totalmente nacional de siete telescopios Robóticos distribuidos por el planeta (incluyendo España) que están dedicados al seguimiento espacial y al estudio de fenómenos en el universo.


-   La actividad SSA área incluye, además de la mencionada de la vigilancia y seguimiento espacial, la observación y predicción de actividad solar y el seguimiento de objetos naturales (principalmente asteroides) cercanos a la Tierra.

 

 

 

 

 

 


Por último, la Estrategia incluye un apartado resaltando la importancia de colaborar, en todos los ámbitos, en un comportamiento responsable en lo que respecta al espacio ultraterrestre. A este respecto, resalta el apoyo a los esfuerzos multilaterales para reducir las amenazas espaciales mediante normas, reglas y principios de comportamiento responsable; los esfuerzos diplomáticos en favor de la protección, seguridad y sostenibilidad en el espacio y de cooperación en materia de seguridad espacial con EEUU y con la OTAN, así como los diálogos sobre seguridad espacial con socios y aliados (si procede) y posibles diálogos con países no afines (en cooperación con Estados miembros). Como es evidente, la Unión Europea deja bien clara la prioridad de la búsqueda de la cooperación en una regulación, de ámbito regional y/o internacional, y en un comportamiento responsable en este nuevo dominio, el espacio ultraterrestre, cuya protección y beneficio es cosa de todos.

A este respecto, en opinión del autor, como ocurre con otros documentos y aventuras de carácter estratégico, el gran problema consistirá en evitar que la Estrategia Espacial de la UE quede relegada a una carta de buenas intenciones, posibilitando, sin embargo, su constitución como una hoja de ruta real y eficaz de la UE en el entorno del espacio ultraterrestre. Como muchas áreas relacionadas con la UE, la gran dificultad residirá en la toma de decisiones y en la voluntad de respuesta o intervención, si fuera el caso, por la complejidad que conlleva la convergencia o coincidencia de los intereses nacionales de los países miembros de la UE, fundamentalmente, de aquellos que poseen capacidades espaciales. Así mismo, muy probablemente, la UE afrontará grandes obstáculos en el proceso muy necesario de la elaboración de regulación internacional para un empleo pacífico del bien común global constituido por el espacio ultraterrestre.

 

CONCLUSIONES


En marzo de 2023, la Comisión Europea aprobaba la Comunicación conjunta al Parlamento Europeo y al Consejo de la Unión Europea “Estrategia Espacial de la Unión Europea para la seguridad y la defensa”. Esta nueva estrategia sustituye a la “Estrategia del Espacio para Europa” de octubre de 2016, producto de la Comunicación conjunta de la Comisión Europea a las instituciones europeas. Tras una breve introducción sobre el dominio espacial, - su importancia, su declaración como dominio operativo y los principales riesgos y amenazas que le afectan como entorno especialmente relevante (por lo estratégico) y vulnerable (por lo elevado de la tecnología empleada), el análisis de esta estrategia espacial se ha planteado en base al esquema de Objetivos, Líneas de acción y Medios/recursos.

Una vez planteados los objetivos implícitos establecidos por la UE, la Estrategia Espacial de la UE para la Seguridad y la Defensa plantea las líneas de acción (estrategia) a seguir en el dominio espacial en cuatro grandes áreas: mejora de la resiliencia y protección de los sistemas y servicios espaciales (aspecto defensivo); respuesta a las amenazas espaciales (en un aspecto más ofensivo); mejora en el uso del espacio para la seguridad y la defensa (referido al empleo de capacidades espaciales), habiéndose analizado, de forma somera, las capacidades disponibles o previstas de la UE o Estados miembros (en algunos casos); y, finalmente, la colaboración mediante un comportamiento responsable en lo que respecta al espacio ultraterrestre.

De lo visto, podemos afirmar que la Estrategia Espacial de la UE de 2023 marca ciertamente un punto de inflexión en cuanto a la concepción del espacio ultraterrestre como dominio operativo y en el empleo de capacidades (de doble-uso) en el ámbito militar, en lo que se refiere a la necesidad de capacidad de respuesta. La evolución de la competición estratégica, también en este dominio, ha obligado a la introducción o al refuerzo de conceptos como la “protección” de medios y actividades satelitales, la “capacidad de resiliencia” o la [necesaria] “respuesta antes actividades hostiles o amenazas”, dejando evidencia de la necesidad de proteger capacidades e intereses estratégicos, al tiempo que se procura evitar una indeseada carrera armamentística en este entorno. En cualquiera de los casos, en línea con el espíritu colectivo y de cooperación de la UE, la Estrategia resalta la idoneidad de conseguir objetivos en cooperación con el resto de partes interesadas, mediante un comportamiento responsable.

Sin embargo, como ocurre con otros documentos y aventuras de carácter estratégico, el gran problema consistirá en posibilitar que la Estrategia Espacial de la UE constituya una hoja de ruta real y eficaz de la UE en el entorno del espacio ultraterrestre. Como muchas áreas relacionadas con la UE, la gran dificultad residirá en la toma de decisiones y en la voluntad de respuesta o intervención, si fuera el caso, por la complejidad que conlleva converger o coincidir en los intereses nacionales de los países miembros. Finalmente, tampoco resulta prometedor el hecho de que la UE muy probablemente afrontará grandes obstáculos en el proceso muy necesario de elaborar regulación internacional para un empleo pacífico de este bien común global, el espacio ultraterrestre.


[1] Mientras la interferencia introduce perturbación, el engaño pretende introducir una señal falsa en el receptor con información errónea.

[2] En la actualidad, la tecnología para interrumpir o degradar el GPS está disponible a un coste relativamente bajo y este tipo de acciones pueden ser difíciles de atribuir y de distinguir de una interferencia no intencionada.

[3] Tratado de 1967 sobre los Principios que han de regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes.

[4] Aunque más fácilmente atribuibles, el abaratamiento de los componentes espaciales y la evolución de la industria espacial hacia la miniaturización facilitarán el acceso de la tecnología y harán posible que estas amenazas estén disponibles a un mayor número de actores, - estatales y no estatales -, tal como viene observándose.


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