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Centro para el Bien Común Global

La sangre que mueve el mundo

Gabriel Cortina


Ficha técnica:

La sangre que mueve el mundo

Miguel Golmayo

Editorial Ariel

582 páginas


Desde finales del XIX, cuando las sociedades comenzaron a industrializarse, el petróleo ha sido el vector de la política internacional. Los hidrocarburos han movido, y mueven, las placas tectónicas de la geopolítica, la geoestrategia y la geoeconomía, y cualquier decisión del grupo de poder político y económico mundial, incluidos los conflictos armados, pasan por el control de este ansiado recurso. “La sangre que mueve el mundo” es un ensayo que trata de explicar la geopolítica del petróleo y del gas. Para ello hace un recorrido por gran parte de la historia del mundo desde la perspectiva de los hidrocarburos, abordando a los países con el capital y la tecnología, o las compañías públicas o privadas, involucrados en su explotación.

 

El lector se dará cuenta de que se trata de un número escaso y pertenecen a un grupo de países desarrollados, sobre todo si lo comparamos con los países poseedores de recursos de gas o petróleo. La paradoja es que, varios de ellos son dueños de magníficos recursos de hidrocarburos, pero se encuentran todavía sumidos en una inexplicable miseria. Si se piensa en la riqueza natural del país y cómo se gestiona, surgen multitud de preguntas que el autor, precisamente, trata de responder.

Miguel Golmayo es miembro de la Armada Española, capitán de navíos y submarinos, con experiencia en energía e inteligencia militar. En la fecha de finalización de la obra, en julio de 2023, era el Consejero de Defensa de la Representación Permanente de España en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y Agregado de Defensa en la Embajada de España en Eslovenia. La obra está dividida en doce capítulos, cuenta con mapas, índice analítico, una extensa relación de fuentes y abundantes notas, lo que le convierte en un trabajo de referencia para investigadores.

 

Hay que tener en cuenta que el mundo de los hidrocarburos está en constante evolución, y que son tantos los factores para tener en cuenta para su estudio, que en la mayoría de las ocasiones es difícil, si no imposible, predecir el futuro. Ante las crisis económicas, la reacción de las compañías y de los países suele ser lenta y descoordinada, lo que afecta a la caída de los precios. En este contexto, el autor reconoce la complejidad de la comprensión geopolítica, que sabe es “algo turbio”. Como explica, la historia del petróleo, desde su origen, ha estado plagada de ocultismo por la simple necesidad de proteger los intereses de aquellos implicados en el negocio frente a los competidores, una circunstancia que afectó igualmente al gas natural cuando hizo su aparición.

 

Comprender la historia

El primer acercamiento a la materia de este ensayo fue el desembarco en las costas de Somalia de una fuerza militar estadounidense en diciembre de 1992, bajo el mandato del presidente George Bush. Denominada «Devolver la Esperanza», el objetivo de la misión era garantizar la distribución de ayuda humanitaria a la hambrienta población somalí. En teoría, todo estaba coordinado a la perfección con los señores de la guerra locales para evitar cualquier incidente armado, pero aquello no acabó como se esperaba y es lo que muestra la película de cine “Black Hawk derribado”. Tras observar lo que se publicaba en la prensa, el autor se preguntó a qué han ido realmente los estadounidenses a Somalia, si a repartir alimentos o a proteger sus intereses petroleros. La respuesta es el ensayo que presentamos.


Acercarse a los actuales conflictos implica tener en cuenta la distancia histórica, pues los hidrocarburos tomaron rápidamente tal dimensión que dejó de ser un negocio de unos pocos particulares con ánimo de enriquecerse, para pasar a ser un asunto de Estado en poco menos de medio siglo. Desde los diferentes territorios del globo no todos tuvieron conciencia, de forma simultánea, de esto, pero el primero en percatarse fue Estados Unidos a finales del siglo XIX porque se dio cuenta de que el petróleo era lo que iba a mover el mundo. La opacidad informativa se entiende por qué se busca proteger inversiones y la espera de los beneficios, implican intereses del Estado y de los particulares, todo ello en una carrera de competidores por hacerse con los accesos, la explotación y la comercialización.

 

Es frecuente que tras la carrera por el dominio de los hidrocarburos emerja el iceberg de un auténtico macro montaje, organizado por Estados y empresas para hacerse con los recursos energéticos del mundo allá donde aparezcan, al tiempo que intenta negar su acceso a la competencia económica y política. Las herramientas serán la diplomacia, los programas de cooperación, el organizar guerras, sobornar, amenazar o usar cualquier otra forma de presión, como campañas de opinión pública. Por esa razón, al abordar esta investigación, como indica, se propuso el reto personal de intentar entender cuál ha sido en realidad el papel que el petróleo, junto al gas, han jugado en la historia reciente, pero teniendo en cuenta su proyección desde el origen.

 

Controlar y negarlo al adversario 

Tras el análisis de numerosos escenarios y conflictos armados, el lector podrá darse cuenta de lo que hay de cierto sobre el control de estos recursos y su importancia. Siguiendo la dinámica geopolítica, se demuestra cómo los cambios de regímenes han tenido el propósito de controlar los hidrocarburos y de negárselo a un posible adversario. “El petróleo es un recurso natural más, y lo cierto es que las luchas por las materias primas, en general, siempre han sido motivo de conflictos, pero lo que vislumbraba con respecto al crudo, ya antes de comenzar esta obra, era que la lucha por controlarlo no se parecía en nada, en cuanto a dimensiones se refiere, a lo visto hasta la fecha. Mucho se habla hoy en día de la globalización. Pues si existe un antecedente, fue la obsesión desde principios del siglo XX por hacerse con el control del llamado oro negro a nivel planetario.”

 

Lo que aprenderá el lector es tener clara la importante ligazón entre la historia contemporánea y los hidrocarburos en innumerables aspectos de la vida que nunca hubiera imaginado, y cómo se ha intentado enmascarar la realidad bajo todo tipo de justificaciones. Basta echar un rápido vistazo por el mundo y comprobar cuál es la situación política, económica y social de lugares con recursos de hidrocarburos, como por ejemplo Irán, Irak, Siria, Libia, Colombia, Venezuela, Bolivia, Nigeria, Egipto o Angola. De esa forma, se podrán ver las razones por las que países con tal cantidad de recursos naturales están sumidos de manera semipermanente en guerras, desigualdades económicas y sociales, y procesos de corrupción política.

 

Miguel Golmayo hace un recorrido por las grandes sagas de empresarios como Rockefeller, Nóbel o Rothschild; las grandes fortunas y monopolios; lo que significó la fiebre del oro; la popularización de los automóviles; las dos guerras mundiales; la Guerra Fría; los procesos de descolonización y un sinfín de conflictos causados sobre del dominio del petróleo y de las rutas para su abastecimiento. Asimismo, analiza con rigor la Guerra del Yom Kipur, la revolución iraní de 1979, la caída del muro de Berlín, la guerra de los Balcanes, la de Irak, la de Afganistán, hasta la actual guerra de Ucrania.

 

“La sangre que mueve el mundo” pone de manifiesto la importancia que el petróleo tienen en la política de todas las naciones, no solo en materia energética, también en lo económico, en seguridad y diplomacia. También aparecen las grandes empresas del sector en el tablero internacional: “la energía es, en todos los países, un asunto de seguridad nacional, y los servicios de inteligencia, privados y no -que también se citan-, juegan un rol central actuando siempre en la sombra.”

 

En esta rivalidad por los recursos, explica que si uno no puede hacerse con algo valioso, tendrá que evitar que un competidor lo arrebate. La mejor manera será creando inestabilidad donde quiera que se encuentre lo que se desea y no se pueda obtener. Como alternativa, entre las posibles medidas que el autor aporta, cabe destacar el ejemplo del memorándum NSSM-200 titulado Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de Estados Unidos y sus intereses en el extranjero (Henry Kissinger, 1974). Básicamente, significa difundir masivamente el aborto y la anticoncepción en países en vías de desarrollo y con materias primas, para poder controlar el crecimiento de su población.

 

La complejidad de una industria estratégica 

Son numerosos los ejemplos que se exponen, haciendo un esfuerzo a la hora de ser rigurosos con los datos y los contextos, con la intención de evitar caer en un simplismo. Trabajos con similares títulos tienden a llevar al lector a una conclusión donde emerge una conspiración perfectamente sincronizada. Si algo queda claro aquí es la complejidad de una industria estratégica y disputada, con cuantiosos beneficios, que va desde los proyectos de infraestructuras e ingeniería, hasta la comercialización y la fijación de los precios.

 

Los proyectos de expansión son una constante, tanto en tiempos de paz como de guerra. Los casos del Imperio Británico, la Rusia soviética de Stalin, el Tercer Reich alemán o el imperio del Japón son una muestra de cómo funciona la dinámica de las potencias regionales para atraer inversiones y financiación. El caso de la Alemania de entreguerras es significativo porque se estimuló la producción nacional, la investigación y la adquisición de concesiones en el extranjero en países como Irak o México, a fin de afianzar el suministro en tiempo de paz y almacenar grandes reservas. Pero si algo recibió un apoyo fundamental estatal fue su industria química para obtener combustibles, lubricantes, caucho y otros productos sintéticos a partir del carbón. A pesar de los tremendos recortes sufridos, si de algo disponía Alemania era de carbón.

 

Sin lugar a duda, el actor hegemónico en este análisis geopolítico, por su impacto y alcance, es Estados Unidos. Con el descubrimiento de los pozos en el siglo XIX, se hace un recorrido detallado hasta la actualidad. Su protagonismo comienza tras la Segunda Guerra Mundial y crecer en el período de la Guerra Fría. Al comienzo de la década de los cincuenta, tenía compañías explotando los recursos petrolíferos por todo el mundo, empezando por los propios y pasando por Argentina, Egipto, Venezuela, Trinidad, Canadá y Oriente Próximo, entre otros. La expansión de estas compañías jamás hubiese sido posible sin la cooperación absoluta del Departamento de Estado. Esta cooperación se produjo por dos razones fundamentales: las compañías eran consideradas como instrumentos de la política exterior, y los intereses de las compañías eran los intereses nacionales.

 

Los ejemplos son numerosos y son argumentados con encuentros de dirigentes, informes, entrevistas y una extensa referencia. Tras los sucesos del 11-S, la Casa Blanca se marcó la urgente tarea de hacer una exhaustiva revisión de la política energética y para ello contó con el informe del Baker Institute. Por un lado, pronosticaba un notable incremento de la dependencia de las importaciones de petróleo para los siguientes veinte años. Incluía la previsión de que habría una escasez de suministro mundial, particularizando en Irak uno de los focos del problema sin explicar por qué, pero recomendando reformular los objetivos con respecto a ese país. Aparecen Irak, Afganistán, las negociaciones con Enron y la competencia con Pakistán, India, China o el océano Índico. Los hechos confirman la máxima de “O aceptan nuestra oferta en una alfombra de oro, o les enterramos bajo una alfombra de bombas”. La guerra trajo otras consecuencias añadidas, también positivas para los estadounidenses. El gasto en defensa en Estados Unidos se disparó con un incremento superior del 10 % para los años 2002 y 2003. Al tiempo, se instalaron bases estadounidenses en Uzbekistán, Afganistán y Kirguizistán. Es decir, en lo más profundo de la antigua Unión Soviética. Este hecho no pasó desapercibido para Putin: se estaban haciendo con el control de Asia Central.

 

Países exportadores y petrodólares 

Entre los actores y escenarios que se analizan, unos de forma más extensa que otros, es el caso de Francia, con su política colonial en África e Indochina, los cambios realizados por De Gaulle, la diplomacia del “petróleo por armas”, su alianza con Israel, la tolerancia

 

con Libia, etc. También está Israel y sus enfrentamientos con los países árabes, la antigua URSS y sus satélites, la guerra de los Balcanes, los sucesos en el mar Caspio y mar del   Norte, el proyecto Nabucco, las perforaciones en fondos marinos, así como lo que ocurre en otros lugares, como la Franja de Gaza, Canadá, Bolivia y Venezuela.

 

Hay una parte interesante dedicada a Rusia, con temas como Gazprom, Lukoil y Rosneft, los gasoductos, el South Stream, los acuerdos de exportación y la influencia sobre figuras públicas europeas. La alianza ruso-germana requiere una atención especial por sus consecuencias en la actualidad.

 

Los grandes productores, como Arabia Saudí, Kuwait, Irak, Abu Dabi, Catar y Argelia, son explicados tanto por su desarrollo como por su protagonismo en las crisis de la región, incluyendo la defensa de sus intereses estatales frente a las corporaciones. Frenar la caída de los precios del crudo que habían determinado las grandes compañías era una de las primeras tareas que se había impuesto la OPEP.

 

Asimismo, se explica cómo los países exportadores, ante el aumento de ventas, no sabían muy bien qué hacer con la cantidad de dólares ingresados, por ejemplo, en la década de los setenta. Los llamados petrodólares se depositaron en su mayoría en los principales bancos de Londres y Nueva York, Chase Manhattan, Citibank, Bank of America, Barclays y Lloyd’s, entre otros, lo que propició una ventaja competitiva de británicos y estadounidenses, así como de los rusos: comprar al precio acordado y revenderlo en Europa al cuádruple fue un buen negocio. Al comienzo del conflicto israelí, el Estado soviético tenía un déficit millonario, pero sin tener que esperar ni seis meses disponía ya de un superávit de 360 millones de dólares gracias al petróleo. Con esta perspectiva, al lector le queda claro que no estamos ante un juego de buenos y malos, y que Occidente no es la causa de todas las desgracias.

 

Uno de los contenidos más interesantes es lo que ocurre en el escenario asiático, con China como protagonista y que es mucho más que el negocio en sí. La caída en la demanda de hidrocarburos, junto a la inicial guerra de precios, constituyen la combinación perfecta para dañar a Estados Unidos porque es el mayor productor del mundo. Se explica por qué Arabia Saudí y Rusia buscan que los precios de gas y crudo no sean rentables para la extracción mediante el fracking y así salvaguardar el mercado chino.

 

La situación en Europa y España

Bruselas continúa legislando para alcanzar los objetivos de lo que interpreta como cambio climático y trata de incentivar las energías verdes. La agenda verde y las energías renovables es también un negocio que no ha hecho más que empezar. Es para reflexionar el hecho de que las centrales térmicas, sin penalizaciones por emisiones del gas, empiezan a multiplicarse en la frontera de la Unión Europea, como es el caso de Egipto, Israel, Túnez, Libia y Turquía, así como dos centrales térmicas de carbón en Marruecos.

 

¿Cuál es hoy la geopolítica energética de Europa? Explica que la percepción es que EE. UU. está empeñada en no dejar salir el gas ruso a Europa por ninguna parte, ni por el norte con el Nord Stream a Alemania, ni por el sur con el Turk Stream a Grecia e Italia, ni por el centro por Ucrania. Ha fomentado la inestabilidad en Ucrania apoyándola económicamente y proporcionándole material militar sin ningún problema, de manera que el gas ruso fluya a través de este país con dificultad y gran desconfianza por parte de los mercados. “Los europeos han decidido hacerse dependientes del gas estadounidense, aunque haya sido de manera inducida. Era vital una Ucrania inestable y enfrentada a Rusia ante la terrible posibilidad de que estas dos naciones llegasen a algún tipo de acuerdo y el gas volviese a fluir sin problemas. Aunque todo en su justa medida, el suministro a Europa a través de Ucrania debía continuar para no enfadar a los rusos más de lo necesario, ni dejar a Ucrania en una situación económica todavía peor de la que tenía. […] Si Estados Unidos mejora el suministro de US LNG a Asia, se proporcionaría una fuente de energía alternativa para China y otros países, reduciendo la capacidad de Rusia de utilizar el gas como arma. Pero aquí el problema que se plantea es si los estadounidenses tienen capacidad para suministrar simultáneamente al mercado asiático y al europeo en los volúmenes requeridos.”

 

España es también objeto de estudio. El autor centra su atención en el gas natural licuado, el estado de los dos gasoductos disponibles -que ya no dan más de sí-, el fracaso que supuso el proyecto “Midcat”, y la necesidad de adaptarse a las futuras necesidades y de rentabilizar las grandes inversiones. El contenido que dedica al vecino marroquí es una forma implícita de dejar en evidencia las recientes políticas energéticas y estratégicas del gobierno en la región, y lo bien que se están aprovechando otros: “poderosos aliados ha encontrado Marruecos para defender sus intereses”.

 

Conclusión 

Miguel Golmayo se pregunta si se puede considerar que esta petróleo-dependencia se va a erradicar a corto, medio o largo plazo. “Creo, sinceramente, que existe margen de maniobra para mejorar la situación en la gestión tanto de los hidrocarburos como de las energías alternativas, así como del calentamiento global o la situación en aquellos países a los que dos crisis prácticamente seguidas han sumido en una situación económica muy compleja.”

 

El consumo mundial de petróleo ronda los 100 millones de barriles diarios y va aumentando. Es decir, se trata de 36.500.000.000 millones de barriles al año, lo que equivale a 5.840.000.000.000 litros de crudo al año. “Con respecto al gas se llega a la misma conclusión. Y del carbón, otra vez la misma historia, si bien con la sutil diferencia de que su consumo ha disminuido ligeramente en algunos lugares del mundo, pero ahora con la guerra de Ucrania ya vemos lo que está pasando, y no en países pobres sino en el corazón de Europa, en Alemania”.

 

Entre las conclusiones que señala, indica que parte de la solución sería el empleo de la energía nuclear. Este debate ya está sobre la mesa en muchos países, pero no parece que vaya a ser rápido ni económico. En paralelo, muestra cómo, desde diferentes ámbitos, emerge una obsesión por demonizarla, de tal manera que convenciendo a algunos colectivos con capacidad de influencia de la maldad intrínseca de lo nuclear, implica hacer imposible el debate. “Se puede aprender de los desastres de Chernóbil y Fukushima. Cabe preguntarse quién financiará a cada uno de estos movimientos ecologistas. Todo esto constituye una jugada maestra de aquellos que ven en lo nuclear no una amenaza ecológica, sino una peligrosa alternativa energética.”

 

Sacudir y frenar el crecimiento industrial en el mundo, cuando se considera que estaba fuera de control, implicaba actuar sobre el mercado del petróleo para inclinar la balanza a los intereses angloamericanos y al dólar. Si bien esto ha sido posible bajo la hegemonía occidental, el ascenso global de China lo cambia todo. A dónde vamos, seguramente nadie lo sepa con certeza, pero desde luego que esta obra es un esfuerzo logrado por comprender actores y escenarios, intereses y amenazas, y las reglas del juego geopolítico del petróleo y del gas.

 

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