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Centro para el Bien Común Global

El barco de la derecha italiana vuelve a zarpar

Guillermo Rausell Guiard 

Ha pasado poco más de un mes desde que los italianos tuvieron que volver a las urnas para votar en unas elecciones generales y mientras la apatía política se asentaba en la mayoría del centro italiano, la ultraderecha ganaba fuerza, consiguiendo así una victoria para la derecha italiana, la cual se encontraba en la oposición desde hace once años. Pero no podría ser una historia sobre la política italiana si no estuviera marcada por la incertidumbre y el caos, presentándose ante Giorgia Meloni como un reto mayor que el de ganar las elecciones. 


Sin mucho tiempo para celebrar la victoria electoral, recayó sobre la líder de los Fratelli d’Italia (FdI) la ardua tarea de formar gobierno. Una labor donde la Lega Nord, de Matteo Salvini, y el Forza Italia, de Silvio Berlusconi, solo dificultaban más. Y no es de extrañar que a dos personajes como Salvini o “Il Cavaliere” les costara ceder poder ante un partido que no solo había crecido exponencialmente en poco tiempo, pero que también se había llevado una parte importante de sus votantes. Este encontronazo sin embargo no fue suficiente para desestabilizar la fuerza con la que Meloni entró en el poder afirmando que “consideró la hipótesis de presentarse en el parlamento, aunque fuera sin acuerdo”. 


Aún así, ante toda adversidad, la dirigente del partido de ultraderecha logró mantener la coalición viva con el eventual apoyo de ambos partidos. Con el barco de la derecha italiana unido, el nombramiento de los ministros no tardó en llegar, haciéndose oficial el pasado 21 de octubre. El diverso collage que ha resultado ser el gobierno italiano nos permite observar algunas de las demandas que los partidos de la coalición exigieron para extender su apoyo a Meloni. Entre otros podemos observar el nombramiento de Matteo Pantedosi, ex miembro del gabinete de Salvini en el Ministerio del Interior, a este mismo órgano o el del nombramiento del propio Salvini al puesto de ministro de infraestructura. Cabe destacar la ausencia de Berlusconi, el cual reclamó el Ministerio de Justicia, puesto que fue concedido en última instancia a Carlo Nordio, miembro del FdI. 


En el poco tiempo que lleva en funcionamiento el gobierno hemos podido observar las consecuencias que llevará consigo la ultraderecha italiana, no solo para el país, pero para Europa. No tardó el ministro del interior en cerrarle los puertos a las diversas ONGs que patrullan el Mediterráneo para evitar los naufragios de las barcas llenas de inmigrantes. El desembarco de estos inmigrantes supone un 16% de la totalidad de refugiados que desembarcan en Italia, con el restante viniendo por otros medios o salvados por la propia marina italiana, según declaraba el propio ministro en una entrevista con el diario Corriere della Sera. Esto es solo uno de los cambios que podremos ver en los próximos meses, mientras Meloni tratará de negociar con la Unión Europea sobre el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, el elevado coste del gas o la inmigración entre otros. 


Por mucho que Giorgia Meloni haya buscado alejarse del pasado posfascista de su partido, junto con el euroescepticismo pro-Putin de personajes como Salvini o Berlusconi, la salud de este nuevo gobierno dependerá de la capacidad de aplacar los deseos personales y de unir la coalición bajo un estandarte solido frente a las crisis que experimenta Europa. 

 

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