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La Estrategia Marítima en la competición de Grandes Potencias

Centro para el Bien Común Global

Javier Pery Paredes  

  

Cuando se cumplen dos décadas del Siglo XXI, la denominada Competición de Grandes Potencias, fundamentalmente entre Estados Unidos y China, determina las estrategias de otros actores con voluntad de mantener su influencia en contexto global. A principios del siglo XX se consideraba el uso del poder militar como último recurso, tras la diplomacia, para la resolución de conflictos. Los enfrentamientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial entrelazaron el poder militar y otras formas de acción: políticas, económicas y tecnológicas. 


La confrontación bipolar de la Guerra Fría, planteada en términos de una destrucción mutua asegurada entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Soviéticas, creó la necesidad de acometer las Relaciones Internacionales de “otra manera”, la que McNamara denominó “gestión de crisis” en los años sesenta. Una nueva forma que permitía a los contendientes imponer la voluntad política propia, sin negar una salida honrosa al adversario. Este modo de actuar llevó a la hegemonía estadounidense a partir del colapso soviético en los noventa, una carga estratégica con desgaste continuado. 


En la actualidad, las grandes potencias tratan de alcanzar la supremacía global en una competición, sin llegar a la confrontación, para mantener la opción de colaborar con los propios competidores en áreas de interés común. Las naciones plantean sus opciones de futuro de manera diferente porque el contexto que gestionan representa un sistema complejo adaptativo donde el resultado está condicionado a los estímulos constantes que recibe. Esta actuación en red, donde objetivos, acciones y horizonte temporal se modifican constantemente para alcanzar el resultado deseado, ya sea político, militar o económico, se sostiene por la capacidad de acceder y desarrollar nuevas tecnologías, globalizar los sistemas de comunicación y expandir la influencia a través medios de información. 


Sobre base geográfica, la globalización adopta nuevas formas que tienen como referencia las cadenas de abastecimiento, lo que modela la multilateralidad comercial. La introducción de las nuevas Tcnologías de Información y Comunicaciones (TICs) permite gestionar de otra manera la ventana de incertidumbre que se produce en las crisis y alcanzar escenarios favorables. La fluidez con se produce la evolución de la situación requiere tener la capacidad para monitorizar e intervenir en momentos críticos y superar la linealidad de una metodología de sucesivos impulsos y pausas de la era analógica. No obstante, en este proceso de cambio, a pesar de los nuevos paradigmas y la aparición del ciberespacio, perduró un objetivo con honda raíz geográfica: el dominio del espacio marítimo. 


La aceptación, dentro del Derecho internacional, de la existencia de espacios marítimos comunes, los Global Commons, sobre los que ninguna nación tiene plena soberanía, donde se pueden obtener recursos que favorecen el desarrollo de las naciones, y donde el resultado de la competencia de unas con otras está en función de la capacidad tecnológica para obtenerlos, reforzó aún más la necesidad de alcanzar o mantener el dominio del mar y, en consecuencia, obligar a quienes desean acceder a esos recursos a fortalecer su Poder Marítimo, para  conseguirlos. 


Este análisis trata de examinar, dentro del contexto de la Competición de Grandes Potencias, la necesidad de una Estrategia Marítima española. (Seguir leyendo) 

  

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Javier Pery Paredes es Almirante de la Armada (R) 

 

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