Ficha técnica
La guerra
Federico Aznar Fernández-Montesinos
Editorial El viejo topo
567 páginas
Reseña
«La guerra» es un ensayo teórico para comprender los conflictos del siglo XXI, un trabajo necesario y completo de los mecanismos bélicos, obra de referencia para estudiantes e investigadores. El punto de partida es que comprender la guerra no es justificarla; las guerras no se justifican: suceden, son hechos insoslayables, aunque no nos gusten. La guerra tiene una finalidad, y quien la define es la política. No es solo una actividad militar; de hecho es, ante todo, una actividad política. Es más, la guerra es una alteración sangrienta y abrupta del equilibrio geopolítico vigente. Por esa razón, ha tomado a lo largo de la historia diferentes formas, siempre de naturaleza violenta y siempre al servicio de la política del momento.
El autor es Federico Aznar Fernández-Montesinos, Capitán de Fragata de la Armada, analista principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) y profesor del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN). De su formación militar, resaltar que es Diplomado por el Colegio de Defensa de la OTAN, Diplomado de Estado Mayor, Especialista en Submarinos y en Comunicaciones, curso avanzado de Guerra Electrónica y ha realizado distintos cursos en la Escuela de la OTAN. Se define a sí mismo como militar y humanista, por lo que el contenido de la obra es muy rico en matices y aporta una amplia visión, con la intención de romper moldes intelectuales rigurosos. Su trayectoria profesional ha estado dedicada al pensamiento estratégico. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, es autor de varios libros, entre ellos «Entender la guerra en el siglo XXI» (2011), «La ecuación de la guerra» (2011), y «Repensando el liderazgo estratégico» (2018). Ha publicado más de 200 artículos y documentos de investigación académicos, fundamentalmente en las áreas de teoría de la guerra, gestión política de la violencia, terrorismo, geopolítica y liderazgo estratégico. Todos estos temas están plasmados ahora en «La guerra».
Triple trilema
En el trabajo que presentamos, se analiza la guerra en sus distintos niveles, se establecen sus características, se describe su evolución, se subraya el papel de la opinión pública en el conflicto, y se estudian las distintas fases de la crisis bélica y su gestión. También dedica una parte a la guerra asimétrica, a la guerra híbrida y a la zona gris que existe entre la guerra y la paz, con sus desarrollos lógicos. Y, dentro de ella, a la desinformación, entre otros modos y estrategias de guerra, así como al terrorismo. Es, desde luego, una obra de referencia para la difusión de la cultura de defensa y el pensamiento estratégico.
El acierto ha sido incorporar las dimensiones más profundamente críticas que muestra la guerra, especialmente en la esfera de la ética, donde se interpela en un triple trilema, el que concierne a su legalidad, ilegalidad, alegalidad; su legitimidad, ilegitimidad, deslegitimación; y su moralidad, inmoralidad, amoralidad. Asimismo, se aborda el papel que desempeñan los ejércitos regulares, con sus transformaciones, los denominados movimientos de liberación nacional y las prácticas criminales de las organizaciones terroristas. Interesante este enfoque del terrorismo, con sus ficciones de guerra y de poder, que es lo que viene siendo habitual en los informativos que vemos en los medios de comunicación.
Recopilar un pensamiento
Racionalizar los estudios sobre la guerra y las ideas sobre las que se erige, como aquí se hace, no implica ocultar el impacto de los daños que acarrea, sino más bien limitarlos. La extensión del campo de batalla a ámbitos como la opinión pública, la mezcolanza de la guerra y la paz en las denominadas zonas grises, o la influencia de los medios de información han transformado y reformulado la naturaleza de las luchas armadas. Efectivamente, faltan atalayas y construcciones intelectuales que ayuden a formar los juicios.
Es imprescindible para abordar la complejidad del presente, disponer de una base con la que mirar los hechos, adentrarse en sus entresijos, trascender de ellos y poder vislumbrar el futuro, por más que, siempre, sean imperfectas y estén necesitadas de revisión. Así, este libro, como sugiere su título, es una revisión de su primer trabajo «Entender la guerra en el siglo XXI» (Editorial Complutense, 2011) y que fue fruto, a su vez, de una tesis doctoral en el área de Teoría de la Política presentada en la Facultad de Ciencias Políticas y de la Administración de esa universidad. Por otra parte, no ha considerado necesaria la revisión del libro «La ecuación de la guerra» (Ed. Montesinos, 2011) y que bebe de la misma fuente. El motivo es que considera que mantiene toda su vigencia y complementa el trabajo que presentamos, por lo que, si este resulta de interés, recomendamos su lectura adicional.
El valor añadido es que esta revisión se acomete tras doce años de investigación en el CESEDEN, dentro del Instituto Español de Estudios Estratégicos, donde el autor ha podido ir descubriendo las preguntas y enfoques que ha estimado más relevantes. Por ello, se ha ampliado el trabajo con nuevos capítulos habida cuenta de la relevancia que, por ejemplo, ha tomado el dominio cognitivo, el surgimiento de nuevos debates conceptuales, como los referidos a la guerra híbrida, la gestión de crisis, el resurgimiento de la geopolítica y la aparición de conceptos tales como la zona gris o el Sharp power, la relevancia de las nuevas tecnologías y el retorno del espacio a la realidad militar, un ámbito transparente pero imprescindible al afectar a un porcentaje muy relevante del PIB mundial.
La geoeconomía y la guerra económica se hallan igualmente presentes. En este sentido, afirma que la globalización no solo va a provocar más conflictos, aunque de menos intensidad, sino que también va a ocasionar que algunos conflictos locales se globalicen afectando a la predictibilidad de sus consecuencias: “estas se hacen insondables”. Y las dos guerras recientes aludidas, que son las de Rusia-Ucrania y la de Israel-Hamás, con todo, “no son un mal ejemplo de ello por el recambio de claves geopolíticas que incorporan”.
Además de estos nuevos ámbitos, ha acometido una relectura de la idea de paz, reconceptualizando fenómenos como el terrorismo o la guerra asimétrica. Y eso poniendo en valor las narrativas como centro de gravedad de la pugna y reevaluando las distintas amenazas. Una de las principales conclusiones es que los niveles de seguridad con que vivimos no son sostenibles: “deberemos tratar de mantener los estándares de libertad alcanzados en unos entornos de cada vez menos seguridad”.
Filosofía de la guerra
Su estructura se divide en once capítulos precedidos de una Introducción y acompañados de un glosario de términos y de una extensa bibliografía. Incluyen numerosas notas a pie de página y algunos gráficos y fotografías. Todos los capítulos terminan con una conclusión o resumen de las principales ideas. Se puede comenzar por cualquiera de ellos, en función del interés o necesidad del lector, pero recomiendo hacerlo por el primero «Filosofía de la guerra», pues propósito del oficial de la Armada es hacer pensar. “La teoría y lo multidisciplinar se encuentran muy descuidados en nuestro país. No pocas veces, la actividad académica parece una pérdida de tiempo a quienes pertenecen al mundo de lo práctico y se encuentran absorbidos por lo real o por lo técnico”. Precisamente por eso es tan necesario este trabajo. Si algo falta a la edición es un índice de contenidos más detallado, en cuanto a los epígrafes de los temas. El capítulo de obligada mención es «Reflexiones finales» (XI).
El Prefacio es de la eurodiputada y escritora Maite Pagazaurtundúa y el prólogo es del periodista, sociólogo y escritor Rafael Fraguas de Pablo. En estas páginas se prepara al lector en el sentido de la comprensión del conflicto armado: “Comprender la guerra supone entender el poder y la realidad social, económica, política, moral e intelectual porque la guerra no tiene sentido en sí misma, tiene una finalidad y un sentido político y la naturaleza técnica de la guerra se refiere a su conducción, pero su pertinencia o no compete al nivel político”. Efectivamente, los técnicos de la polemología saben que la guerra es para ganarla, con todo lo que eso entraña en términos asociados a la eficacia y eficiencia de los recursos humanos, económicos, morales, políticos, culturales, comunicativos y diplomáticos. Saben desde Tucídides que "todo lo posible tiende naturalmente a materializarse". Descartar la guerra a priori es peligroso. Bien lo comprendió el poeta Machado, en su Juan de Mairena, cuando alertó de que el pacifismo a ultranza llevaba en volandas -y sin esfuerzo- al poder a los bárbaros, violentos o estrategas sin escrúpulos. “La valía de esta contribución necesaria que el libro aporta – se indica- procede de la honesta transparencia científica de la mirada aplicada sobre su objeto, único antídoto eficaz para poder embridar los efectos perversos de la guerra y para poder acuñar los que en clave de paz, podrían anheladamente procurarnos”.
La paz y el fin de la violencia
El libro está plagado de ejemplos y hay un aspecto que requiere prestar atención. Se trata de «Estudio de caso. Colombia y la paz» (Capítulo La paz y el fin de la violencia). Paradójicamente, una vez más, se muestra que la solución de un conflicto contra el Estado -en este caso por causa de las guerrillas y movimientos paramilitares-, pasa por más Estado, y no únicamente por una mayor presencia de la fuerza pública. En este capítulo, que es el último, se explica que el problema de la mayoría de las "nuevas guerras" es que estas, generalmente, ya no se libran entre Ejércitos convencionales, sino entre fuerzas no completamente estructuradas, vertebradas en torno a un discurso. Por ello puede existir un problema a la hora de encontrar interlocutores con legitimidad suficiente para emprender un proceso de negociación, ello sin entrar en el margen que tienen para su desarrollo, que dependerá del nivel de vertebración que haya alcanzado. No es suficiente destruir un ejército desde el aire, como es el modelo de las guerras de Tercera Generación, ni siquiera lo es ocupar militarmente después el terreno. La clave para la paz en estos casos pasa por “desactivar el discurso primero, y por acabar después con la cultura de violencia que se ha instalado en las sociedades y que implica a un segmento significativo de la misma”.
Lo militar y lo político
Reflexionar sobre la naturaleza política de la guerra es abordar la cuestión de la naturaleza del poder. Una de las ideas esenciales de esta obra es que la política tiene una extensión en el campo de batalla y que la paz es, precisamente, la resolución política de la guerra. Los conflictos suelen plantearse en términos militares, como una sucesión de batallas: quien las gane todas, gana la guerra. No obstante, como se señala, las experiencias de Francia en Argelia o de Estados Unidos en Vietnam y Afganistán, prueban que este no es siempre el plano de análisis correcto. Por esa razón, explica que la victoria, que es la resolución militar del problema, no tiene que encontrarse en relación directa con la paz -su resolución política- por más que el bando ganador trate de partir de tal situación para fijar sus términos.
La guerra es algo mucho más complejo que una simple actividad violenta pues, en tanto que fenómeno humano, escapa de la dimensión física en la que se desarrolla y se desplaza al plano emocional. Es más, “nos encontramos ante un acto de comunicación, en el que lo físico, la violencia, no es necesariamente esencial y cuenta con otros parámetros de medida diferentes a los ordinarios, de lo que se puede deducir que los efectos conjuntos son diferentes de la suma de actos individuales”.
La guerra es ante todo un enfrentamiento de poderes, un choque en todas sus dimensiones. Y no es un acto ni ético, ni justo, ni económico, ni médico, ni siquiera militar. Es un acto político, de gestión de poder, de modo que cualquier análisis que se realice sin tener en cuenta este hecho, esto es, referido sólo a uno de los planos, es incompleto, y por ello, falso y profundamente erróneo. El autor es muy claro cuando afirma que la guerra es una función, un instrumento de la política. Y no se puede pretender hacer de ella otra cosa, ni tratar de resolver con su uso problemas para los que no está hecha y que son de desarrollo.
Pero, al mismo tiempo, tampoco podemos olvidar que nos encontramos ante un hecho social y cultural: no es la misma la guerra que emprende un pueblo pastor que la que lleva a cabo otro agricultor. La cultura marca sus formas. Sin entender un conflicto, sin comprenderlo y acotarlo, no hay modo de ganarlo. Por eso los primeros debates son, o deben ser, “metacognitivos”, es decir, definir el marco en que se dan y su naturaleza, algo a veces no tan evidente. Si algo queda claro es que cada tiempo y cultura tiene su propia teoría de la guerra. El concepto guerra es, a la vez, un concepto jurídico, político y sociológico. “Por ello, resulta un término demasiado preciso para un mundo en el que la polisemia, la imprecisión, otorga más opciones a la política”.
Interesante es la reflexión final que hace de la guerra híbrida. Para Federico Aznar es la antesala del retorno al concepto ordinario de guerra. Con todo ello, la comprensión de los conflictos del siglo XXI podría resumirse en esta idea: una hibridación, una teoría mixta que agrupa en un mismo espacio y tiempo formas duras y blandas de poder, el retorno a modelos convencionales y eso mientras se oponen estrategias de multidominio y posmodernidad al más puro primitivismo.
El carácter cíclico de la Historia, siempre maestra, “manda señales que parecen indicar que Occidente se va a reencontrar con el resto del mundo y que la guerra va a volver a ser lo que siempre fue”. De ser así, “nos encontraríamos en un punto de fuga geopolítico”, en términos de geometría analítica, en uno de esos puntos o momentos en los que la tangente corta a la curva, en los que las cosas dejan de ser como eran, y aunque manteniendo la tendencia, empiezan a ser diferentes y nunca vuelven a ser como antes. Entre formas blandas y duras del poder, siempre habrá un retorno a la guerra convencional.
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Gabriel Cortina, analista del Centro de Seguridad Internacional
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