Gabriel Cortina
La Guerra de Vietnam ofrece importantes lecciones sobre el uso indebido del poder militar para abordar complejos desafíos con una importante carga política y cultural. El gobierno de Vietnam celebró el año pasado el 50 aniversario del conflicto que marcó su historia. Con grandes espectáculos patrióticos, soldados y campesinos escenificaron la denominada “Ofensiva del Tet”, que marcó un antes y un después en el enfrentamiento contra la gran potencia militar de Estados Unidos. En dicha ofensiva, las fuerzas comunistas del norte lanzaron por sorpresa una acción combinada contra las tropas gubernamentales del sur. A finales de enero de 1968, en la víspera del nuevo año lunar, denominado “Tet” en Vietnam, miles de combatientes del ejército de Vietnam del Norte y del Frente Nacional de Liberación (Vietcong), que operaba en el sur, en un ejercicio coordinado, conquistaron más de 100 localidades. Si bien no lograron conservar las posiciones conquistadas y sufrieron miles de muertos, obtuvieron un triunfo psicológico de enormes repercusiones. Ese fue el último capítulo del desmoronamiento de la presencia occidental en Indochina y la derrota final de Estados Unidos, plasmada en la firma de los Acuerdos de paz de París en 1973.
Estamos ante uno de los conflictos bélicos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, teniendo a Indochina como escenario geopolítico. Según las cifras oficiales, el saldo final de muertos durante la guerra fue de dos millones y medio de soldados vietnamitas de ambos bandos, y más de tres millones de civiles. Por su parte, la cifra de Estados Unidos se elevó a 58.000 soldados muertos, una relación de cuarenta vietnamitas por cada baja estadounidense. Mucho se ha escrito sobre ella y es un común denominador de sus autores el mezclar la narrativa política y militar, y el afirmar que ninguna de las partes merecía ganarla, por los muchos errores cometidos.
Tres afirmaciones me parece que son incuestionables: primero, que su resultado provocó una humillación militar para Francia en 1954, preludio de lo que sería el desastre de Argelia en 1958 y fin de su imperio colonial; en segundo lugar, que la humillación fue mucho mayor para Estados Unidos, dividió profundamente a la sociedad americana durante casi una década en dos bandos -con importantes efectos políticos, sociales y culturales-, uno a favor de la intervención y otro en contra. La caída de Saigón, en 1975, representó una humillación para la potencia más poderosa del planeta, ya que unos revolucionarios campesinos se habían impuesto a la voluntad, la enorme riqueza y al potencial tecnológico y militar más avanzado del mundo: bombarderos B-52 frente a campesinos con sandalias en bicicleta. Y, en tercer lugar, que daba por errónea la teoría geopolítica del efecto dominó en la región de Asia Pacífico, en cuanto a la expansión del comunismo internacional. En el caso de Vietnam se dio un profundo fallo de inteligencia y de visión por parte de analistas y decisores: el conflicto de fondo era el nacional, la unidad nacional tras la desmembración de Indochina, con una firme intención de no permitir ni la influencia hegemónica de la China de Mao, ni del colonialismo soviético de Moscú. Washington nunca comprendió la importancia estratégica de este matiz. La inercia de la contención y la competencia contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la amenaza del Pacto de Varsovia, en un escenario global de Guerra Fría, le llevó a cometer muchos errores[1]. Lo cierto es que, entre ambas potencias, el tema sobre la mesa era la cuestión nuclear. Al final, la visión y la tenacidad de Ho Chi Minh y el Ejército de la República Democrática de Vietnam lograron sus objetivos.
La Guerra de Vietnam es significativa porque su autor, Max Hastings, fue allí corresponsal de guerra, conoció el conflicto en primera persona y aporta experiencias personales conmovedoras. El resultado es un enorme volumen con un contenido que será de interés para investigadores, ya que parte desde la perspectiva del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, hasta la firma de los acuerdos de París, en 1975, que marcan la retirada definitiva estadounidense. La obra es el resultado de tres años de entrevistas a decenas de participantes de todos los bandos, de investigación de documentos y memorias tanto estadounidenses como vietnamitas; retrata las escenas de Dien Bien Phu, el ataque aéreo de Vietnam del Norte y la Operación Linebacker (1972), y batallas menos conocidas, como la ocurrida en Daido (1968). Y como escenario de fondo, la selva y los arrozales, un terreno que hace comprender los testimonios de guerrilleros Vietcong, los paracaidistas del sur, las chicas de alterne de Saigón y los estudiantes de Hanói. También se encuentran las experiencias vividas por soldados de infantería de Dakota del Sur, infantes de marina de Carolina del Norte y pilotos de Arkansas.
La perspectiva del tiempo sirve para mostrar al lector que, durante los primeros veinte años, desde un punto de vista occidental, e incluso desde el punto de vista de los chinos y soviéticos que proporcionaron las armas a los comunistas, lo que ocurría en las costas del Mar de la China Meridional era un asunto marginal. En cambio, durante la última fase del conflicto bélico, la guerra atrapó la imaginación y despertó el horror y, más aún, la repulsión social, a la vez que destruyó a un presidente de Estados Unidos y contribuyó a la caída de otro. Y lo peor vino cuando se descubrió que era una fuente de engaños sistemáticos por parte de su propio gobierno y que, por otro lado, parecía imposible que acabara bien[2]. Hastings insiste en la idea de que se trató de una tragedia asiática a la que se sobrepuso una pesadilla norteamericana.
También sorprende contemplar el tremendo uso de la fuerza, de unas proporciones tan enormemente desiguales entre cada uno de los bandos, aspecto éste que sirve como reflexión para la resolución de los conflictos asimétricos. La cifra de 500.000 militares norteamericanos movilizados es ya de por sí significativa. Pongamos por caso el bombardeo aéreo más intenso de la guerra, ordenado por el presidente Nixon y acompañado de discurso televisado, afirmando que “era una medida decisiva para acabar con la guerra”: dieciocho mil salidas para asaltar la logística y las comunicaciones, cinco grupos de portaviones, tres cruceros de bombardeo y treinta y ocho destructores. El esfuerzo aéreo descomunal respondía a que, si bien era imposible enfrentarse al enemigo en sus propias marismas y selvas, hacerlo por el aire parecía encomiable. A pesar de que destruyeron casi todas las reservas de petróleo y el 70% de la producción eléctrica, redujeron al mínimo las importaciones y creó un efecto devastador en las infraestructuras del Norte, no fue determinante porque era en el Sur donde se libraba lo esencial del conflicto. Este tipo de acciones manifiesta lo que ocurría entre la Casa Blanca y el Pentágono, con divisiones a la hora de tomar decisiones, imprecisiones, falta de comprensión sobre el terreno y ausencia de inteligencia, presión mediática y electoral, y cambios en los altos mandos. Las presiones políticas y militares eran el síntoma de que el modelo de guerra convencional en Europa fracasaba en el escenario de Indochina[3]. Conviene señalar que, pocos años más tarde, a la URSS le ocurriría lo mismo en Afganistán.
El volumen está dividido en veintiocho capítulos y resulta una completa edición que contiene mapas, un extenso álbum de fotografías, apartado de notas y referencias, bibliografía separada entre libros y artículos, y un detallado índice analítico. Aunque la narración es cronológica, no se aspira a hacer una crónica de todas las acciones, ni siquiera a mencionarlas en su totalidad, sino más bien a captar el espíritu de la experiencia de Vietnam a lo largo de tres décadas. Esta obra puede ser un buen complemento de la serie de documentales televisivos de Kern Burns y Lynn Novick[4].
Como es común en sus libros, mientras refiere el relato político y estratégico, Max Hastings también intenta dar respuesta a la pregunta “¿Cómo fue la guerra?”, es decir, cómo la vivieron los zapadores del norte de Vietnam, los campesinos del delta del Mekong, los pilotos de helicópteros Huey de Peoria (Illinois), los soldados rasos de Sioux Falls, los asesores de defensa aérea de Leningrado, los trabajadores del ferrocarril chinos, o las chicas de los bares de Saigón.
La labor como periodista está presente, y va en paralelo a la de historiador. Afirma que, aunque los portavoces de Estados Unidos y Vietnam del Sur repitieran ideas fantásticas sobre el curso de los acontecimientos, el MACV (Cuartel General de las Fuerzas Armadas Estadounidenses en Vietnam) no solía impedir que los periodistas investigaran la guerra sobre el terreno, con sus propios ojos. Antes bien, de un modo inédito en ningún conflicto previo ni posterior, se permitió subir libremente a los aviones y helicópteros a los reporteros y fotógrafos, muchos de ellos netamente hostiles a la causa de quienes los transportaban. La relativa apertura de los estadounidenses, en comparación con el secretismo a ultranza de los comunistas, constituye -a su modo de ver- un argumento en defensa de cierta superioridad moral de los primeros.
Como valoración final, el autor señala que el error inapelable de los comandantes y estadistas de Estados Unidos no fue que mintieran al mundo, sino que se mintieron a sí mismos, y en estas páginas trata de explicar el por qué. Y frente a visiones revisionistas, tanto de autores norteamericanos como europeos, les señala que el comunismo tiene consecuencias y que desde el año 1954 no se han autorizado en Hanói elecciones libres: “sus jefes no tienen inconveniente en pagar una factura espeluznante en vidas humanas, a falta de medios de comunicación y elecciones que los puedan avergonzar”. Efectivamente, podían fracasar de forma repetida en el campo de batalla sin arriesgarse a la derrota total, porque Estados Unidos no tenía intención de invadir Vietnam del Norte. En cambio, bastó que el Sur cayera derrotado una sola vez para que su destino fuera irreversible.
Max Hastings inició su carrera periodística como corresponsal para varios periódicos y para la BBC en más de sesenta países. Pasó a dirigir el “Daily Telegraph” y, con posterioridad, el “Evening Standard”. Ha publicado varios documentales para la televisión, así como una veintena de obras. En los últimos años ha publicado Armagedón. La derrota de Alemania, 1944-1945 (2005), Némesis. La derrota del Japón, 1944-1945 (2008), La guerra de Churchill (2010), Se desataron todos los infiernos (2011), 1914 (2013) y La guerra secreta (2016). Su dedicación a la historia y el periodismo ha sido distinguida con numerosos premios, y en 2012 ganó el Pritzker Military Prize.
Ficha técnica:
La Guerra de Vietnam
Max Hastings
Editorial Crítica, 2019
Colección Memoria Crítica
910 páginas
[1] Desde mi punto de vista, considero que el ensayo escrito por Robert McNamara, Secretario de Defensa bajo el mandato de los presidentes Kennedy y Johnson, es la obra de referencia para comprender qué pasó en Vietnam. Publicado en 1995, veinte años después de los Acuerdos de París de 1975, y veintisiete después de dejar el Pentágono, lleva por título de In retrospect: the tragedy and lessons of Vietnam (En retrospectiva: la tragedia y lecciones de Vietnam). Fue testigo o protagonista de las decisiones que se tomaron, tanto desde el punto de vista político como militar. Recomiendo la versión Vintage Edition, de marzo de 1996, porque se añade un prólogo y un apéndice con notas del autor. En mi opinión, los capítulos Preface y The Lessons of Vietnam (nº 11) son fundamentales. Es una obra que, sorprendentemente y hasta la fecha, no ha sido publicada en español.
[2] Resulta de obligada mención la filtración del Informe McNamara por el periódico “The New York Times”. A mediados de 1967, Robert McNamara, entonces Secretario de Defensa de los Estados Unidos, tomó la decisión de redactar un extenso informe sobre los aspectos secretos de la intervención norteamericana en Indochina, un trabajo que duró año y medio. “The New York Times” obtuvo los documentos y comenzó a publicarlos el 13 de junio de 1971. Todo ello fue editado en forma de libro, con un equipo encabezado por Neil Sheeman, titulado The Pentagon Papers (The New York Times Company, 1971). Editado en español con la referencia de Los papeles del Pentágono, Editorial Plaza & Janés, 1971.
[3] Es significativa la carta que el general Francisco Franco escribe al presidente Lyndon B. Johnson, como respuesta a una consulta de éste sobre el conflicto de Vietnam, con el objetivo de buscar apoyos diplomáticos para la causa norteamericana. Con fecha de 26 de julio de 1965, en correspondencia clasificada de “Secreto”, se expone de forma detallada una serie de observaciones -que el tiempo confirmó, una a una-, para explicar al presidente norteamericano porqué va a perder esa guerra y qué sería lo mejor para la región. Las dos cartas están disponibles en De soldado a embajador. Recuerdos y reflexiones, Pedro de Churruca, Biblioteca Nueva, 2001, páginas 289-292.
[4] The Vietnam War, Kern Burns y Lynn Novick, Florentine Films, 2017. Documental de diez episodios, disponible en Netflix.
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Gabriel Cortina, diplomado en Altos Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), forma parte del equipo investigador del Centro de Seguridad Internacional.
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