Fernando del Pozo
La reunión del Consejo Atlántico a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno en Madrid ha producido los pertinentes documentos recogiendo los acuerdos alcanzados, y es hora de hacer las correspondientes exégesis. Y es preciso hacerlas de manera aséptica, tomando como referencia la situación general y los documentos precedentes comparables, porque la mayor parte de los análisis que vemos en los medios ponen la lupa exclusivamente en los deseos previamente expresados por el Gobierno de España, debatiendo si el resultado los ha confirmado, ignorado o contradicho, lo que inevitablemente aparece teñido por el color político de la intención. Ello no impide que pongamos también la vista en los aspectos de interés de España donde sea preciso, ni que ignoremos aquellos otros que no representan novedad.
La Declaración, principal documento formal de las reuniones del Consejo Atlántico al máximo nivel, levanta acta de la voluntad de los Aliados de mantener su compromiso con el Tratado de Washington y en particular con su Artículo 5, con la Carta de las Naciones Unidas, y con el mantenimiento de un orden internacional basado en reglas. Nada excepcional si no fuera porque existen actores internacionales externos a la Alianza que rechazan la propia idea de que las relaciones internacionales deban regirse por nada que no sea los intereses descarnados, evidentemente los de los más fuertes. Como, según cuenta Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso, dijeron los atenienses a los amenazados habitantes de Melos antes de invadirlos y sojuzgarlos: “El derecho es una cuestión entre iguales, mientras que el poderoso lleva a cabo lo que le place, y el débil sufre lo que no tiene más remedio”. Esta filosofía, claramente profesada por la poderosa China y la no tan poderosa (excepto en su propia opinión) Rusia, si se extendiera nos llevaría a un mundo gobernado exclusivamente por autócratas. La OTAN deja claro que existen reglas, que el poder por sí mismo no es el medio exclusivo ni razón suficiente para hacer realidad los deseos de un gobernante con ideas desquiciadas, como estamos viendo hoy en la misma Europa. (Seguir leyendo)
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Fernando del Pozo, Almirante (Ret). De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares
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